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Margrit Kennedy: Geld ohne Zinsen und Inflation
Goldmann Taschenbuch Nr. 12341; ISBN 3-442-12341-0; 1994
Capítulo 4: Páginas 102 - 123:


Helmut Creutz: IV. ¿Qué tan sólidas son las objeciones contra una reforma del dinero?

Intento de clarificar ideas  por  Helmut Creutz (1)

Se tratan los siguientes argumentos:

 

1. La reducción de intereses aumenta la demanda e impulsa el crecimiento

2. La fuerza laboral aprovechará todo el aumento de poder adquisitivo que aporta la reducción de interés

3. Los deseos del hombre son ilimitados

4. Garantizada su circulación, el dinero adquiere mayor velocidad aún

5. Intereses bajos aumentan el endeudamiento

6. Con intereses bajos el dinero huye al extranjero

7. Hoy nadie más guarda dinero, y si acaso, tampoco es problema

8. El dinero en efectivo, el más afectado por la medida, ya no juega mayor papel

9. Garantizada la circulación del dinero en efectivo y cuenta corriente, la gente atesorará lingotes de oro u otros objetos de valor.

10. Al bajar los intereses la utilidad toma el papel de motor del crecimiento

11. Cese del crecimiento significa retroceso

12. Bajando los intereses no se arreglan los problemas de medio ambiente

13. Las consecuencias de la reducción de intereses en resumen

14. Notas


Aparte de por el crecimiento de población, la crisis mundial está determinada por tres fenómenos:

Si se explora con detenimiento y determinación estos fenómenos se da con causas ligadas íntimamente al imperante sistema del dinero.


La acumulación y concentración desproporcionadas de las fortunas en dinero originan un aumento desproporcionado de las deudas, y el creciente peso de los intereses ligados a estos dineros acarrea el desplazamiento de los ingresos. La carga de los intereses es para las fortunas el rendimiento que las incrementa forzando como consecuencia un consiguiente mayor endeudamiento de los demás. Estamos frente una espiral de problemas que se auto acelera, nos hallamos ante un circuito regulador antinatural o insalubre, que en la naturaleza sólo se conoce como generador de enfermedades.

El desplazamiento de ingresos, del que trabaja al que posee, conduce irremediablemente al empobrecimiento de la parte que trabaja. Solamente mediante crecimiento económico continuado es posible evitar o compensar tal empobrecimiento. Es decir, que cada año se requiere incrementar el producto social bruto (o la renta nacional) por lo menos en la cantidad en que se incrementan esas fortunas en dinero. Si la brecha entre rendimiento de trabajo y fruto de intereses no ha de seguir prosperando, el crecimiento económico debe aumentar en la misma proporción que esos dineros que engrosan las fortunas en dinero.

Nuestros expertos en economía política se hallan ante un dilema de tres cuernos. Si no devuelven esos dineros al torrente de la economía por medio de nuevos créditos, se les viene encima una recesión deflacionaria. Si logran reintegrar a la economía ese incremento de fortunas en dinero, continúa aumentando el endeudamiento y con él el contraste entre ricos y pobres. Si tratan de equilibrar las consecuencias económicas y sociales manteniendo el crecimiento, aceleran el colapso ecológico.

Papel decisivo en todo esto desempeña la tasa de interés de los créditos. En la medida en que ella baja merman los problemas. Mas por más deseable que esto pueda parecer, en el actual orden de la economía tiene su falla. Como la inflación como látigo, el interés opera como la zanahoria o el terrón de azúcar para mantener en movimiento el dinero. Es un efecto, sin embargo, que se relaja con la altura de las tasas de interés o de inflación. Son bajos los intereses, aumenta la retención o inmovilización del dinero y con ella el peligro de perturbaciones deflacionarias. Si bien es cierto que los bancos emisores pueden contrarrestar la inmovilización de dinero mediante emisiones de moneda, con ello no hacen sino incrementar el potencial de inflación que mañana elevará los precios y, sobre todos, los intereses.

Causa esta problemática el hecho de que el interés, como premio a la carestía de dinero, escapa a los mecanismos normales del mercado. Mientras en el libre mercado de otros bienes, las utilidades tienden a cero con la saturación del mercado, con el dinero ocurre que por debajo de una cierta tasa de interés se produce escasez artificial. (2) Es decir que el dinero escapa a la obligación de oferta a que están sometidos el trabajo y demás bienes, y en esa forma elude el que con abundancia de dinero tiendan a cero los intereses, como debiera corresponder a las reglas del mercado.

De esta corta descripción de la situación se derivan las siguientes cuestiones apremiantes:

Primera: al igual que el trabajo y los demás bienes, el dinero debe estar sometido a las mismas leyes del mercado sin eludir, por tanto, la obligación de la oferta para que, siendo equivalente a aquellos, sea un medio neutral de trueque.

Segunda: los destructivos medios que hoy aseguran la movilidad del dinero, a saber, interés e inflación, deben ser relevados de esta tarea por una alternativa positiva y ajena al interés.

Tercera: la obligación actualmente vigente de aceptar dinero debe ser completada con la de volverlo a poner en circulación; la prohibición actualmente vigente de multiplicar dinero (por falsificación) debe ser completada con la prohibición de disminuirlo (por retención).

Desafortunadamente hasta ahora la economía viene sacando el cuerpo a estas exigencias y aun hasta examinarlas; es que ni siquiera se ve la necesidad ni la importancia de practicar correctivos al actual ordenamiento del dinero. (3) En estos círculos precisamente se manifiesta con frecuencia el temor de que un descenso ajustado a mercado de las tasas de interés podría acelerar el crecimiento económico. Por eso a continuación se analizará la solidez de tales temores y se los refutará. Para eso cada párrafo será antecedido como tesis por la formulación frecuente de las respectivas objeciones a la reforma del dinero.

La reducción de intereses aumenta la demanda e impulsa el crecimiento

La demanda de bienes en la economía de un país no puede ser superior a los ingresos, ni éstos a lo que se produce. Ingresos, producción y demanda se corresponden. De allí que una baja de intereses no puede aumentar la demanda sino cambiarle de sujeto. Quien venía pagando intereses podrá comprar más, y eso mismo menos quien los venía recibiendo.

Cuando, por ejemplo, en un arrendamiento de 600 marcos 400 corresponden a intereses a capital (4), la reducción del interés a la mitad reducirá esa cantidad a 200, que quedarían en cero de no haber interés. Al arrendatario quedarían de 200 a 400 marcos libres para otros gastos, y al arrendador (si ha construido con dinero propio) otro tanto menos exactamente igual. La posibilidad del arrendatario de incrementar la demanda queda compensada con la disminución en la misma cantidad de posibilidades del arrendador. No hay, pues, aumento de producción en la economía, sí empero una reducción del endeudamiento.

La fuerza laboral aprovechará todo el aumento de poder adquisitivo que aporta la reducción de intereses

Ya quedó claro que en este contexto un aprovechamiento total del poder de compra no aumenta la demanda. Es más, lo que queda por ver es si la fuerza laboral va a destinar el recuperado (más correctamente, el conservado) poder de compra en consumir más.

Ciertamente habrá mucho elemento de la población laboral que querrá aprovechar la oportunidad para colmar necesidades o deseos insatisfechos. Pero si como lo vienen anunciando las encuestas desde hace varios años los trabajadores están prefiriendo más vacaciones que más salario es justo concluir que no van a dedicar el aumento de sus recursos económicos a consumir más. Cabe presumir más bien que muchos de ellos van a compensar totalmente o en parte el aumento de sus ingresos tomando más vacaciones.

Incluso si en un comienzo todos los ciudadanos deciden dedicar al consumo su más de poder adquisitivo, muy pronto habrán colmado sus hasta ahora insatisfechos deseos. La decreciente utilidad marginal del mayor consumo habrá de conducir –como ya se viene observando en muchos rubros‑ a un retroceso de la demanda y a un mayor aprecio del tiempo libre o de las actividades culturales.

La experiencia y las probabilidades indican que la reducción de las tasas de interés –por lo menos a la larga‑ conduce a estabilizar la producción en un nivel óptimo, cuando no a iniciar un lento descenso.

Los deseos del hombre son ilimitados

Esta tesis es particularmente válida para los que no necesitan trabajar para satisfacción de sus deseos; para aquellos súper ricos que hoy son más ricos porque ya lo son. Quienes, en cambio, necesitan esforzarse para cumplir sus deseos van a chocar siempre con limitaciones. Éstas dependen no sólo del hecho de que el estímulo de bienes materiales supletorios decae cuando para ello hay que trabajar, sino también de las limitadas capacidades de cada uno. Por otra parte cada uno experimenta que a partir de cierto punto poseer más no hace a la persona más sino menos libre; a no ser que disponga de los medios suficientes para costearse los auxiliares necesarios para cuidar y proteger sus propiedades.

Los actuales y frecuentemente exagerados modelos y estándares de deseos están sacados de la cuestionable imagen de aquella minoría de millonarios y súper millonarios que viven de los ingresos de sus capitales. (5) Con la reducción de los intereses y la consiguiente disminución de las utilidades con ellos ligadas aquellos “modelos” desaparecerán paulatinamente.

Otra razón de exagerados modelos de deseo está constituida por la propaganda comercial, creadora de ilusiones por doquier. Causa de estas campañas, cada vez más agresivas y consumidoras de materiales, es la lucha por porciones más grandes del mercado a que están obligadas particularmente aquellas empresas cuyas deudas crecen más rápidamente que la rata de la economía, y que es el caso de la mayor parte de ellas. (6) Por otra parte la banca e instituciones de crédito tientan permanentemente con ofertas de crédito supuestamente favorables para satisfacción de deseos insatisfechos porque cada vez les resulta más difícil colocar las cantidades de dinero acumuladas en virtud de intereses y de intereses sobre intereses. También en este caso la disminución de intereses habrá de contribuir a aliviar la presión de propaganda y crecimiento tanto a las empresas como a los bancos, obligados hoy a una y otro por razones de supervivencia.

Garantizada su circulación, el dinero adquiere mayor velocidad aún

Así como el ritmo de circulación de la sangre depende del corazón, así la velocidad del dinero en el circuito de la economía depende de la producción de ésta. El dinero no puede circular más rápido, eso es, no se puede gastar más que lo que uno ha producido por sí mismo o por otros. Tampoco se puede –lo sabe cada uno por experiencia propia‑ gastar su dinero más de una vez. Lo que sí puede cada cual es retenerlo por corto o largo tiempo, interrumpiendo con eso su flujo y provocando –como en la circulación sanguínea‑ “perturbaciones de irrigación”, arritmia respecto a la demanda o falta de dinero, cuya consecuencia para la economía es la deflación.

Actualmente los bancos emisores pueden neutralizar los peligros de deflación por dinero retenido emitiendo cantidades supletorias. Con eso lo que hacen es incrementar el potencial inflacionario, que se activa cuando el dinero retenido vuelve a circulación y entonces aumenta la demanda. (7) La aceleración sólo se da sobre este dinero escondido temporalmente al ser puesto en circulación por las medidas ajenas al interés y ¡no aquel que correspondiendo cuantitativamente a la producción seguirá forzosamente fluyendo con regularidad! Con tales medidas que aseguren el flujo del dinero se torna superflua la actual preocupación de los bancos emisores de estimular la circulación de dineros retenidos con tasas tentadoras de interés. Con la medida propuesta, que garantiza el flujo del dinero y que para nada tiene que ver con el interés, no se acelera la circulación del dinero, sino que se la estabiliza. Los excedentes actuales de dinero desaparecerán mediante pagos en los bancos.

Intereses bajos aumentan el endeudamiento

Indiscutiblemente que intereses a la baja reaniman con vigor el negocio de los créditos porque se hacen posibles inversiones que antes chocaban con la barrera del interés. Esto es particularmente cierto para proyectos de alto interés ecológico, como las instalaciones solares y las eólicas.

No cabe temer, sin embargo, un boom de endeudamientos. Los créditos se pueden ampliar no más que hasta donde haya excedentes de dinero. Como puesto que la reducción de intereses disminuye igualmente los ingresos de los capitales, forzosamente ha de mermar la oferta de créditos. Lo que tampoco conlleva a la formación de cuellos de botella o dificultades de financiación porque los ingresos por producción y trabajo aumentan en la misma cantidad en que no se pagan intereses. O sea que si las empresas quieren invertir, podrán disponer de mayores recursos propios o de los ahorros de los trabajadores, si es que éstos no reducen sus ingresos tomando más vacaciones. En cuyo último caso la necesidad de inversión será también menor.

Hay otra razón que impide temer una inundación de créditos si se reducen los intereses. Entonces, lo mismo que ahora, habrán de darse ciertas garantías de préstamos que limitarán, como ahora, el número de acreedores a créditos. Tampoco existirán créditos “gratis”, ya que al menos han de ser cubiertos los costos de riesgo e intermediación bancaria, que ahora son, según plazo y tipo de crédito, del uno al cinco por ciento de la suma del crédito.

Por otra parte, luego de entrar en aplicación la medida garantizante la circulación del dinero, los intereses no van a bajar a cero de un golpe, sino que se irán reduciendo progresivamente hasta que, equilibrada la situación en los mercados de capital, habrán de pasar a fluctuar muy poco alrededor de cero. Mas aun en estas circunstancias se invertirá y producirá si la demanda de bienes y mercancías supera la oferta y existe la posibilidad de pagar el crédito.

Con intereses bajos el dinero huye al extranjero

Ante todo se ha de corregir aquí una idea falsa. El dinero nunca “huye” o “fluye” al extranjero, a menos que alguien lo traslade en una maleta a través de las fronteras y lo encierre allá. En tal caso no estamos más que ante un trivial atesoramiento. Pero tanto aquí como allá la operación estaría ligada a costos y pérdidas si el dinero estuviese atado a una medida que, independientemente de intereses, garantice su circulación.

“Sacar dinero al extranjero” puede significar por otro lado cambio de moneda. Como cuando por bajos intereses para el marco alguien decide cambiarse a dólares, pero en tal caso necesita de alguien que le cambie, alguien que poseyendo dólares tenga interés opuesto. Esto vale tanto para el cambio en efectivo como para el interbancario, donde las transacciones entre cuentas en marco y en dólar no son fáciles de seguir. Igual qué tipo de trueque supongamos, el poseedor de dólares sólo cambiará a un marco [u otra moneda] con garantía de circulación o a cuenta bancaria de bajos intereses cuando lo que compra piensa destinarlo a viajes, compras o inversiones en el ámbito del marco. En esta forma ese dinero o esas cuentas vuelven a estar donde deben; y tal es el sentido de medidas que mantengan la circulación del dinero.(8)

De producirse una demanda desmesurada de dólares u otras divisas, suben los correspondientes precios de cambio en el mercado, con lo que se frena la demanda. Exactamente así como hoy son compensadas las fluctuaciones y las diferencias en las tasas de interés e inflación mediante modificaciones de los precios de cambio, así se funcionará cuando la medida para asegurar la circulación de dinero, que nos ocupa, traiga como consecuencia la anulación práctica del interés.

A propósito de intereses menguantes y de las reacciones que provoquen se ha de distinguir entre inversionistas y especuladores. El especulador trata de adquirir moneda para la que los intereses sean altos esperando dar el salto oportuno en el momento en que una inversión de precios de cambio ponga en peligro sus ganancias especulativas.

El inversionista, por el contrario, es alguien que busca crear o ampliar una empresa, y prefiere los sitios donde los intereses sean bajos, que le ofrezcan condiciones más favorables a la producción. Sólo los inversionistas son un factor positivo en la economía. Los especuladores son carga y factor de inseguridad en la economía nacional y en el comercio que traspone fronteras. Su proliferación es un indicio de hiper-desarrollo de las fortunas en dinero, que no encuentran sus esperados rendimientos en el sector de las inversiones. Sin forma diferente al interés para asegurar la circulación de dinero no sólo aumenta la especulación cuando los rendimientos son bajos, sino que aumenta la retención de efectivo y en cuenta corriente. Surge una carestía de dinero y, por tanto, disminuyen los créditos a largo plazo hasta que finalmente vuelven a subir los intereses y la especulación se calma.

Hoy nadie más guarda dinero, y si acaso, tampoco es problema

Con bastante periodicidad aparecen en la prensa informes de difuntos que debajo del colchón u otros sitios escondían miserables sumas de dinero. Sumas mayores son las robadas asaltando domicilios, y millonarias las substraídas de cajas fuertes particulares. Se sabe además que en países azotados por inflación se acumulan con frecuencia multimillonarias sumas de divisas para evitar las pérdidas por ahorrar en moneda nacional. (9) A menudo otros miles de millones permanecen inactivos durante años en bancos emisores del extranjero. Aun cuando no se conocen cifras exactas, la cantidad de dinero sacado de circulación es considerable.

Aparentemente estos focos de atesoramiento no presentan hoy día problema alguno, pues contrariamente a la época del dinero oro los bancos emisores pueden sustituir las cantidades retenidas con nueva emisión de billetes. Lo problemático son las gigantescas variaciones de esas cantidades, que imposibilitan regular con precisión la cantidad del dinero y por consiguiente la estabilidad del poder adquisitivo.

Los altibajos en la retención del dinero son producidos por los de las ratas de inflación e interés, que por lo común reaccionan en el mismo sentido. Bajan las tasas, se debilita su efecto de mover el dinero, y la reserva líquida de éste aumenta. Lo contrario sucede cuando aumentan las tasas de inflación e interés. Al bajar los intereses los bancos emisores se ven forzados a emitir. (10) Con ello entra en juego un potencial inflacionario que se torna virulentamente activo al subir los intereses provocando un rápido aumento de la demanda al comienzo y un ascenso de la inflación en seguida. En otras palabras: no solamente continúa guardada entonces una gran cantidad de dinero sino que tales retenciones ocasionan en virtud de sus variaciones enormes problemas, que ejercen efectos definitivos en el desarrollo del comportamiento de la economía. (11)

El dinero en efectivo, el más afectado por la medida, ya no juega mayor papel

Tal apreciación se sigue del hecho de que en la mayor parte de los países el dinero en cuenta corriente es mayor que el efectivo. Por lo demás este dinero a la vista entra en transacciones más a menudo que el efectivo, aunque sobre esto último sólo caben suposiciones. Contra opiniones en contrario muy frecuentes, la relación de dinero en efectivo a dinero en cuenta corriente es prácticamente constante. Desde hace veinte años en la República Federal de Alemania se mantiene uno a dos.

Por lo que al papel del dinero en efectivo concierne, hace unos años el Bundesbank encontró que el consumidor final paga en efectivo en un 87% (12) de los casos y sólo en el 13% con cheque, giro o por deducible autorización bancaria.   Sentando como base de la observación el monto y no el número de operaciones se tiene un 60% en efectivo y un 40% no en efectivo. Comparada la demanda final con el total de las transacciones bancarias, se tiene que el consumidor final participa en ellas en un 2,1%, esto es, en una ¡quincuagésima parte! (13)

Dos conclusiones decisivas imponen las grandes transacciones bancarias.

Ante todo, que por medio de ese tipo de cuenta se efectúa la inmensa mayoría de las transacciones antes de la demanda final: desde la obtención de la materia prima hasta la distribución a los vendedores al por mayor y al detal, pasando por las etapas de transformación e incluyendo las inversiones a lo largo del proceso.

Por otro lado, que por ese tipo de cuentas se efectúan todos los movimientos, especulativos o no, con los bancos y las bolsas.

Sólo en parte tienen que ver todos estos movimientos con la economía del aprovisionamiento. Ante todo, ninguno de los movimientos precedentes a la intervención del consumidor final  se da si al final de la cadena no entra alguien a una tienda, y compra. Lo cual significa que lo determinante en el comportamiento de la economía es la demanda final, y ésta se realiza mayormente en dinero en efectivo.

Además se ha de tener en cuenta otra cosa: que la mayor parte de los pagos de consumidor final que no se hacen en efectivo corresponden a rubros permanentes, como arrendamiento, seguros, impuestos y similares, esto es, a cantidades relativamente fijas y constantes. De donde se concluye que las movimientos de demanda que pueden causar alteraciones en la economía, se realizan primordialmente en dinero en efectivo.

Garantizada la circulación del dinero en efectivo y cuenta corriente, la gente atesorará lingotes de oro u otros objetos de valor.

La “huida a refugiarse en el oro” u otros objetos de valor no tiene ninguna repercusión sobre la cantidad del dinero o sobre su flujo en el circuito económico. Lo que con ella ocurre es un simple trueque de dinero por mercancía y viceversa. A lo sumo lo que puede suceder es que ante una demanda inusitada los precios se disparen. Incluso actualmente en medio de una inflación de diez y más por ciento, el dinero como medio de trueque no desaparece del mercado. ¿Por qué habría de hacerlo desaparecer un gravamen o derecho de seis por ciento que garantiza la circulación del dinero y el valor de éste y de los ahorros?

Al bajar los intereses la utilidad toma el papel de motor del crecimiento

Para juzgar esta afirmación es preciso distinguir entre interés y utilidad

·        El interés es una prima que se paga no por producción alguna, sino que se da por haberse dispuesto de un dinero, y que se carga sobre todo bien material usado en el proceso económico.

La utilidad es una prima relacionada a un rendimiento u operación productiva, que se paga por un riesgo y por una actividad de empresa y que estimula el mercado.

·        Interés es el precio de una carencia [de dinero] y cuyo monto se puede impedir que caiga limitando la oferta [de dinero].

Utilidad es el precio de una carencia cuyo monto baja en la competencia por él desatada.

·        Interés es una magnitud fija ligada a la masa del capital que ha de ser recuperada de todos modos.

Utilidad es una magnitud excedente, objeto de cálculo y ligada a transacciones, cuyo monto sólo puede conocerse a final de año.

·        La suma de intereses crece proporcionalmente con la inversión y la masa de capital.

La suma de las utilidades decrece –al menos relativamente‑ con las inversiones y la saturación de mercado consiguiente.

·        Una empresa es rentable cuando produce por lo menos del seis al ocho por ciento de interés referido al capital invertido.

Una empresa es rentable cuando produce de uno a dos por ciento referidos a las ventas.

·        Puesto que por término medio hoy la masa de capital es cuatro veces la transacción final, la parte de intereses en el precio está entre 24 y 32 por ciento, mientras que la de la utilidad es una fracción de estas cifras.

La diferencia fundamental entre interés y utilidad es la del segundo punto: la utilidad está sujeta a las leyes de mercado y tiende a cero con la saturación del mercado. Este mecanismo sólo puede ser eludido transitoriamente en situaciones de escasez o mediante monopolios.

En consecuencia, la utilidad nunca podrá asumir el papel del interés. Y debido a su retroalimentación negativa [crece la producción, baja ella] nunca será apropiada como motor duradero del crecimiento.

Cese del crecimiento significa retroceso

Todo proceso de crecimiento sano y natural es estabiliza a una altura óptima. Es regla que impera para todo lo que vive sobre la tierra. Rige también para la economía, que no puede substraerse impunemente a las leyes de la naturaleza.

Después de la última guerra el crecimiento fue necesario y conveniente en los primeros diez o veinte años. Luego de que se lo hubo reconstruido todo debió haberse llegado, de la mano de las señales de saturación que se iban presentado, a moderarse el ritmo del crecimiento hasta estabilizar la producción a una altura óptima. Estabilidad natural no significa en modo alguno estancamiento ni retroceso. Hasta el bienestar material puede aumentar en tal situación: en primer lugar porque los bienes imperecederos se amontonan; en segundo porque la fuerza laboral de los sectores saturados, en los que solamente se requiere reposición de lo que se va consumiendo, puede ser empleada en nuevos sectores de producción. En tercer lugar porque el progreso técnico continúa en las economías estables y crea por tanto posibilidades de nuevos o mejores productos. Esto significa que sin crecimiento económico o bien continúa siendo factible el crecimiento del bienestar o bien, si el bienestar ha de ser estable, se da una continua disminución de la producción y de las horas de trabajo.

Ya hace más de quince años el entonces ministro federal de economía H. Friderichs dijo que hay tres tipos de trabajo, el que tiene sentido, el superfluo y el dañino. Si sometemos a juicio crítico nuestro crecimiento económico de los últimos veinte años puede decirse que la mayor parte de la producción suplementaria ha de ser clasificada en las dos últimas categorías, la de lo superfluo y la de lo dañino. Los periódicos no están sino diariamente llenos de pruebas.

Bajando los intereses no se arreglan los problemas de medio ambiente

Indudablemente que la reducción de los intereses no va a influir directamente sobre la problemática de medio ambiente. Ciertamente, no obstante, disminuirá –como se lo ha expuesto aquí repetidas veces‑ la urgencia de crecimiento económico y con ella la presión a seguir expoliando cada vez más el medio ambiente por la forzosa necesidad de consumir recursos cada vez mayores.

Sin embargo, aun en una economía sin crecimiento e incluso con producción regresiva quedan en pie los problemas de despilfarro de energía y de materias primas, con el dilema de sus consecuencias.

Aparte medidas positivas contra la retención del dinero, con las que se eliminaría la camisa de fuerza del crecimiento económico en nuestras economías, son menester medidas directas de protección de la naturaleza. Entre ellas se cuentan ante todo imposiciones y prohibiciones, los eco-impuestos y las eco-contribuciones tan en discusión en estos tiempos. Al medio ambiente hay que dotarlo de un costo, no se lo ha de poder seguir utilizando, agotando y perjudicando gratuitamente. Ese precio ha de pagarlo todo el que se sirva de la naturaleza.

Fuera de la corrección al manejo del dinero y los impuestos o derechos destinados a la protección del medio ambiente es imprescindible una reforma del suelo que regule los derechos a utilización de los recursos naturales. Esta reforma del orden legal del suelo debe darse prácticamente en forma paralela a la reforma del dinero ya que los especuladores se habrían de lanzar, aun más que hoy, sobre la tierra.

Siendo un bien dado por la naturaleza y siendo fundamental como la luz, el aire y el agua en la vida de los hombres, la tierra, que no puede ser multiplicada, no debe ser propiedad individual por la que sea posible exigir tributo a los demás. Debe ser restituida progresivamente como propiedad de todos (¡no del Estado!) y ser cedida mediante contratos a largo plazo a los que la utilizan. Lo mismo ha de decirse de los tesoros del suelo y los derechos sobre el agua.

Por más acertados e importantes que sean los modelos sobre impuestos y derechos de protección ecológica, mientras no superemos la locura y la camisa de fuerza que nos presiona al crecimiento económico, el medio ambiente no tendrá posibilidad alguna de recuperación, incluso si dedicamos todas las utilidades del crecimiento a desarrollar tecnologías que no ataquen el medio ambiente. Un crecimiento del cuatro por ciento representa duplicar en dieciocho años el volumen actual de producción y consumo, equivale a duplicar sus consecuencias negativas. (14)

Pero solamente cuando nos sea posible remover las causas de la necesidad de crecimiento económico y crear condiciones económicas libres de crisis y crecimiento, podrán pasar a ser efectivas las medidas que hayan de salvar nuestro medio ambiente.

Las consecuencias de la reducción de intereses en resumen

Reduciendo las tasas de interés

·        retrocede el excesivo crecimiento de las fortunas en dinero, y con él el sobreendeudamiento;

·        disminuye la desigualdad entre trabajo y posesión, entre pobres y ricos y, por consiguiente, menguan las tensiones sociales;

·        todas las deudas,  no sólo se pueden soportar, sino pagar, lo que es de gran importancia y no sólo para el tercer mundo;

·        merma la presión al crecimiento económico, única posibilidad que existe hoy en día de evitar el empobrecimiento de la clase laboral;

·        el desenvolvimiento de la economía pasa a depender mejor de lo que interesa a trabajadores y consumidores y a estar determinado cada vez menos por las tasas de interés del capital;

·        es entonces posible –y esto es determinante‑ la economía sin crecimiento. O dicho en otras palabras, únicamente con intereses de cero podremos permitirnos un crecimiento de cero.

Notas

(1) Esta contribución apareció en la revista  Zeitschrift für Sozialökonomie  serie 89 abril de 1991 y, como responde las preguntas que con frecuencia al respecto hacen economistas y protectores activos del medio ambiente abiertos a los problemas del dinero, fue retomada abreviadamente aquí con anuencia del autor, lo que también quiere decir que las notas que lo acompañan son de Helmut Creutz.

(2) El “límite inferior mágico” está en la República Federal de Alemania en un seis por ciento. Sólo en muy raras ocasiones han pasado los intereses por debajo de este límite. Incluso cuando la inflación estuvo en cero y aun por debajo, como en 1986, los intereses quedaron colgados en ese punto.

(3) “El 99% de la gente no percibe el problema del dinero. No lo ve la ciencia. No lo ve economía, que hasta inexistente lo declara. Pero mientras no reconozcamos el problema que plantea el dinero no será posible cambio alguno en el tratamiento ecológico” (Hans Christoph Binswamger, esotera, 12/88).

“Cada vez que la realidad económica funcione distinto a como prescriben los modelos en los manuales de economía, en lugar de hurgar viejas y periclitadas teorías en el desván de los recuerdos, los economistas debieran buscar las causas monetarias de la crisis” (Wilhelm Hankel  John Maynard Keynes Munich 1986, página 121)

(4) Esta relación corresponde a la situación en el mercado actual de arrendamientos, dominada en un 60% a 65% por los intereses a capital. Los cálculos oficiales sobre coste de arrendamiento en vivienda social estiman la parte de intereses incluso en 70% a 80%.

Los elevados arrendamientos de centro de ciudad están frecuentemente determinados por los horrendos precios de la tierra, que, al igual que los costos de construcción, deben pagar intereses a través de los arrendamientos. En casos extremos los intereses sobre el capital del suelo sobrepasan a los de construcción.

(5) Según forbes de julio de 1989, en la República Federal de Alemania hay 82 mil-millonarios, con una fortuna total de 195 mil millones de marcos. A un interés del 6% esta fortuna produce al año 11.700 millones de marcos, lo que representa ingresos diarios de 390.000 marcos por familia mil-millonaria sin producir nada por ello. Para estos solos 82 mil-millonarios deben trabajar muy poco menos de tres horas al día más de lo que les corresponde 1,3 millones de personas.

(6) Remitiéndonos al sector empresarial, la creación de riqueza entre 1960 y 1989  se multiplicó por 6,8; el endeudamiento por 11,6 mientras que por 15,9 lo que se pagó por deudas.

(7) En la fase de intereses altos de 1979 a 1982 para elevar la cantidad de circulante de 79,4 mil millones a 88,6 mil millones de marcos el banco central alemán emitió 9,2 mil millones de marcos = 13%. Este incremento correspondió al del producto social bruto nominal, que en los tres años fue de 14%.

En la fase de intereses bajos de 1985 a 1988, en la que el producto social bruto nominal creció en 15%, para atender la desmedida demanda de liquidez el banco central hubo de ampliar la cantidad de circulante de 105 a 151 mil millones de marcos, esto es en 46 mil millones = ¡44%! En razón del crecimiento el aumento debía ser de 15% = 16 mil millones. O sea que en esos tres años la cantidad de circulante aumentó en 30 mil millones de marcos por encima de lo debido; los 30 mil millones que no entraron en circulación. Por eso la denominación de “cantidad de circulante” usada por el banco central no es objetivamente acertada. Correctamente debiera ser “cantidad de dinero emitido”. Sólo cuando sea posible hacer coincidir las dos cantidades será posible regular de forma estabilizadora la cantidad del dinero.

Instructivo es que más de la mitad de lo emitido entre 1985 y 1989, el 69%,  estuvo constituido por billetes de 1.000 y de 500 marcos. De 1979 a 1982 tales denominaciones aumentaron en solo 28%. Una demostración de retención de dinero.

(8) “La expresión ‘huida de capitales’ tiene un marcado acento dramático. Contempladas fríamente las cosas eso quiere decir que un sujeto económico de un país hace inversiones en el extranjero. Cambia moneda propia por moneda foránea y adquiere activos extranjeros en forma de depósitos bancarios, títulos valores o inmuebles” (Dieter Duwendag  “Huida de capitales de países en desarrollo; problemas de apreciación y factores determinates” en Die Internationale Schuldenkrise, Berlín 1986).

Duwendag corrobora que se trata de un simple trueque. El nacional dispone de dinero extranjero, cuenta corriente o inversión en el extranjero y el extranjero de valores del país por igual monto aun cuando las intenciones sean diferentes.

(9) “Se calcula que en Argentina hay unos 5.000 millones de dólares bajo el colchón, por los que, por supuesto (si son prestados) hay que pagar intereses. Es decir, el pueblo argentino paga por lo menos 350 millones de dólares al año (en intereses, anota el autor) o renuncia a ingresos por esa cantidad, porque con razón desconfía de su moneda propia”. (Hans Matthöfer “Sólo perdonar la deuda a Latinoamérica es solución – Responsabilidad de los países industrializados” en el periódico Frankfurter Rundschau, 15 de febrero de 1988).

(10) Véase la nota 7.

(11) Cuando el alza de intereses devuelve al circuito económico el dinero retenido ello produce un alza en la demanda no cubierto por producción alguna y origina un aumento inflacionario de precios que tiene como consecuencia elevar los intereses. Pero el comportamiento económico reacciona al alza de intereses con uno o dos años de retraso. Comparaciones por períodos largos permiten comprobar que todos los indicadores económicos de importancia fluctúan con las variaciones del interés en el mismo o en opuesto sentido. Tales vaivenes son tanto más marcados cuanto mayor es el endeudamiento de una economía y más densa la fase de intereses altos.

(12) “En manera de hacer pagos, el efectivo es invencible”. Handelsblatt, periódico de economía, el 27 de febrero de 1986.

(13) Partiendo del hecho de que el 40% de los hogares no efectúa sus compras (de demanda final) en efectivo, se obtiene una cantidad media de 1.560 marcos por hogar y por mes, lo que para la totalidad de los hogares da 40.600 millones de marcos. Puesto que el monto de los pagos realizados por cheque en 1989 alcanzó una media mensual de 1.941.000 millones la participación de la demanda final privada en esta modalidad apenas supera el 2%.

(14) El hecho de que si no se elimina la forzada presión al crecimiento habrán de fracasar todos los modelos de tributación en pro de la ecología, y de que esa presión se origina en la concepción actual del dinero ha sido demostrado contundentemente por el docente de Baden-Württemberg Johannes Jenetzky en “Pago de derechos como instrumento de metas ecológicas” en Steuerrecht im Wandel. Stuttgart 1989.

Aun cuando con un tanto de reflexión a cualquiera debería iluminarle que un limitado planeta Tierra no puede permitir crecimientos ilimitados, los políticos siguen insistiendo y afirmando “Nuestra economía no está para crecimiento reducido, mucho menos crecimiento nulo. Cese de crecimiento significa desempleo masivo con el consiguiente catastrófico hundimiento de la economía de la República Federal de Alemania”, como dice Hans Matthöfer citado en “salidas a las trampas a la prosperidad” 1980. Pero no se analiza por qué sea así ni cómo podría salirse del dilema.

Observación: todas las cifras han sido publicadas oficialmente por la oficina federal de estadísticas o el banco central; nuestras no son sino las operaciones aritméticas.


Este texto fue puesto en la red por: W. Roehrig.   Solicítase expresamente su divulgación.
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