Bernd
Senf: Der Nebel um das Geld; Gauke 1996; S. 120 ff
Ante la
multiplicidad de problemas originados por el sistema de intereses la cuestión
se impone de si no habrá alternativas o de si habrá que acabarlos simplemente.
Es que incluso grandes fundadores de religión como Jesucristo y Mahoma
prohibieron los intereses y consideraron moralmente repudiable tomarlos. Puesto
que durante mucho tiempo estuvo prohibido a los cristianos cobrar intereses y a
los judíos el acceso a la mayor parte de las profesiones y los oficios, los
judíos se dedicaron a negociar con el dinero y terminaron siendo identificados
con esto.
El
fascismo se aprovechó ideológicamente de esta asociación de judíos y dinero
para instigar al pueblo contra ellos. Una de sus más eficaces consignas de
masas fue “quebrar la esclavitud de los intereses”. Pero al fascismo no
interesaba realmente superar el sistema de intereses (en lo que no modificó
absolutamente nada), sino expropiar y acabar con los judíos. El nacional
socialismo se las arregló estupendamente bien con el gran capital y viceversa.
El
esfuerzo por superar el sistema de intereses tal como lo formuló Gesell a
comienzos de siglo y luego con mayor insistencia después de la primera guerra
mundial iba en una dirección totalmente diferente y es absolutamente
desacertado tratar de verlos (como a ratos se hace) 32
en proximidad de la ideología fascista.
Mientras
las iglesias cristianas han mantenido muchos mandamientos y prohibiciones aun
cuando repetidamente se los desconozca, hace mucho tiempo abandonaron la
prohibición del interés. La sola prohibición no bastaba para impedir los abusos
ya que frecuentemente se la contravenía. También pudieron ser tan grandes los
intereses de las iglesias en acrecentar sus propias fortunas que decidieron
abrogar la prohibición de cobrar intereses. Una vez que de los hombres se ha
apoderado el interés por la simple multiplicación del dinero y este afán puede
más que las normas legales o morales, no hay ya prohibición que valga. La
interdicción al interés sólo ocasiona parálisis del flujo monetario y consiguientes
crisis en la economía.
Preguntémonos
más bien por alternativas al sistema de intereses. Si el interés tiene su razón
de ser lógica e histórica en la contradictoria función del dinero, la
modificación debe empezar allí, quitándole el piso, por así decirlo, en el que
el interés prospera; secándole sus fuentes. Mas ¿cómo ha de ser el sistema en
el que el dinero sea sustraído a su contradicción de funciones y dejado
exclusivamente a la de medio general de trueque, a la de medio circulante? La
primera condición sería encontrar en lugar del bajo tantos aspectos
problemático interés, otra garantía de circulación del dinero, que asegurase su
flujo permanente y, con él, el de los bienes. Habría que desmontar la
supremacía del dinero sobre las mercancías (y por tanto la de los poseedores de
dinero sobre los poseedores de bienes).
Cuando
esa superioridad está fundada en que el dinero no se descompone y se lo puede
acumular sin gastos de almacenamiento, la garantía de circulación debiera
insertarse en esa diferencia. Deben hacerse pesar sobre el dinero almacenado
los mismos costos que el bodegaje y la retención de mercancía. Habrá de hacerse
al dinero tan perecedero, por así decirlo, como los bienes, pero ¡no por inflación!
Si bien
es cierto que mediante inflación el dinero pierde valor, tal pérdida afecta no
solamente al de aquellos que lo han tornado inútil reteniéndolo, sino a toda la
economía y, particularmente en todo caso, a quienes tienen ingresos fijos.
También la función del dinero como medio de trueque viene a ser socavada por la
inflación. Inflación es un recurso totalmente inapropiado para devolver a circulación
el dinero que ha sido retenido ya que deteriora al dinero así circule como esté
atesorado. Además eleva los intereses puesto que mediante alza de éstos
procuran compensar la inflación los que lo poseen. Alza de intereses empeora,
por otra parte, los problemas existentes ya de suyo en el interés.
Habría
pues que, para asegurar el flujo del dinero, encontrar una forma que afecte y
grave al dinero retenido y sólo a él, forzándolo a irrigar la economía (sea
aumentando la demanda de consumo, sea inyectándolo al mercado de capitales en
forma que sirva para créditos). Llamemos ese gravamen “derecho de garantía de
circulación del dinero y contra su retensión”. Los recaudos por tal derecho
deben ser para el bien común cuidando de que su sentido no es alcanzar mayores
ingresos, sino actuar contra la acumulación inactiva del dinero.
La
teoría de la “libre economía” creada por Gesell se promete de este derecho el
efecto de que el dinero deje de ser retenido aun cuando los intereses rebasen
el límite inferior habitual. Para evitarse el gravamen el dinero volvería al circuito
de la economía incluso al presentarse una baja sensible de intereses, con lo
que se evitarían los traumatismos que en estos casos suelen darse en la
economía. Pudiendo continuar la producción y las inversiones sin interrupciones
ni caídas, continuaría aumentando el capital real, en forma de fábricas y
bienes de arrendamiento, por ejemplo.
La
consiguiente oferta creciente de mercancías y bienes inmuebles habría de
ejercer presión sobre los precios y los arrendamientos; y en la misma forma se
solicitarán nuevos créditos si son baratos. En razón del gravamen sobre el
dinero quieto, quienes lo posean ya no querrán retenerlo y habrán de aceptar
por fuerza o de grado que los intereses bajen. En consecuencia, la rata de
intereses de las inversiones tenderá a cero con el transcurso del tiempo.
Mientras
el derecho a seguridad de circulación del dinero garantiza su flujo y la
permanencia ininterrumpida del circuito económico, y mientras con la consiguiente
progresiva disminución de los intereses desaparecen sus consecuencias
problemáticas y la economía puede enrutarse hacia una autorregulación
ampliamente libre de perturbaciones, no habrá necesidad de prohibiciones de
intereses, los que comenzarían a bajar por las simples reglas de la oferta y la
demanda arrastrando en su debilitamiento las crisis que suelen provocar.
Una vez
hecha claridad sobre los principios que han de garantizar la fluidez monetaria,
el siguiente paso es probar las posibilidades técnicas y encontrar las formas
prácticas y eficaces de aplicarlos. Sobre detalles no quiero detenerme en este
lugar bastándonos con lo indicado. De todos modos se puede partir del principio
general de que donde haya voluntad política seria no van a faltar las formas
técnicas apropiadas de llevarla cabo.
La
correspondiente voluntad política se tuvo en el pequeño poblado austriaco de
Wörgl a orillas del Inn a comienzos de los años treinta, cuando, en un ámbito
regional limitado, se introdujo oficialmente un nuevo dinero, de garantizada
circulación. Pie a ello dio la gran crisis económica mundial y sus devastadoras
consecuencias de desempleo. Crisis que en Alemania y Austria había llevado a
los bancos a practicar políticas deflacionarias, esto es, hacer escasear el dinero a fin ajustarse a
la progresiva disminución de las reservas en oro. (A entregar masivamente el
oro se había llegado a causa de la crisis de los bancos en Estados Unidos y la
anulación de los créditos americanos a Alemania y Austria). Al escasear el
dinero su flujo comenzó a detenerse y a crecer el número de las empresas que
quebraban. La errada política deflacionaria de los bancos centrales y de los
gobiernos de entonces ahogó la economía y precipitó una crisis profunda.
En tal
situación, la comunidad de Wörgl determinó en 1932 introducir dinero
alternativo de garantizada circulación para de ese modo reactivar en la región
el flujo de dinero y bienes o mercancías.
Con ese
dinero ‑ampliamente libre de
intereses, por lo que se lo denominó libre‑ se pagaba a todos los funcionarios de la administración.
Numerosas empresas de la zona participaron en el experimento y muchos comercios
locales lo aceptaban como forma de pago. En poco tiempo había tal grado de
aceptación de este dinero que se convirtió en el medio común de pago.
Progresivamente
la moneda oficial austriaca fue sustituida en la región por “dinero libre”. Por
el dispensado dinero libre se recogió y guardó una cantidad correspondiente de
chelines austriacos. En pocos meses las consecuencias del experimento fueron
sorprendentes: mientras por todas partes el desempleo crecía dramáticamente, al
cabo de un año en Wörgl se había reducido en un 25%. La economía, paralizada
hasta entonces, volvió a florecer mientras la miseria social se reducía sensiblemente.
Las gentes volvían a tener justificada esperanza en que la economía prosperara.
Para
garantizar la circulación del dinero se procedió de la siguiente manera: cada
billete presentaba doce campos, uno para cada mes del año. Al cabo de un mes el
billete recibía su valor de 100 y era
aceptado solamente si portaba en el campo correspondiente una estampilla por el
1% de su valor. Cuando alguien guardaba un billete doce meses, solamente podía
ponerlo en circulación si los doce campos portaban su estampilla respectiva. Es
decir que retener 100 chelines por doce meses salía costando 12 chelines, esto
es 12% (Fig. 64).
Mientras
más rápido se ponía el dinero en circulación, más pronto se evitaba el costo.
Mediante adecuado trabajo de información comunitaria se logró hacer
comprensible el principio a la población, que en su inmensa mayoría se atuvo a
las establecidas reglas de juego. Las estampillas se vendían en dependencias
públicas y lo que se obtenía por tal venta iba a la caja comunal.
Consecuencia
de semejante disposición era que el dinero que se recibía no se retenía mucho
tiempo, sino que rápidamente era vuelto a circulación. Cabría suponer que la
velocidad del dinero habría de generar inflación. Tal no es el caso: cada quien
puede gastar solamente lo que ha ganado por otra parte, con trabajo o
producción, es decir con creación de valor real. Frente al dinero que vuelve a
circulación se hallan los correspondiente bienes o mercancías, que sólo esperan
ser vendidos. Lo que se obtiene garantizando la circulación no es más que
disolver los bloqueos del dinero, nunca un desbordamiento ilimitado de su
flujo.
El
flujo sin embargo puede desbordarse cuando el dinero –como es el caso en el
sistema vigente‑ es atesorado en grandes cantidades durante largo tiempo,
es decir cuando se represa más y más dinero, para soltarlo luego repentinamente
por cualquier razón especulativa (con motivo de una especulación monetaria, por
ejemplo). Entonces es como si se rompieran grandes diques; y cuando tal sucede
las devastaciones son enormes. Si la represa no detiene el arroyo hasta formar
un gran lago, sino que lo deja fluir naturalmente, no hay desbordamientos. Así
es con el dinero. Represar el dinero por atesoramiento especulativo e inundar
su mercado por su liberación repentina es lo que crea los problemas e
inestabilidades que no hubiesen surgido del flujo ininterrumpido del dinero.
Wörgl – Destrucción de una utopía concreta.
El
experimento con ‘dinero libre’ en Wörgl terminó, por lo demás, no porque
hubiese fracasado, sino al contrario, por ser
¡demasiado exitoso! La increíble
reactivación de la economía en la región de Wörgl había despertado creciente
interés por el modelo aun más allá de las fronteras de Austria.
De todo
el mundo acudían gentes a familiarizarse con las razones del “milagro de
Wörgl”. En la sola Austria hubo más de un centenar de municipios deseosos de
introducir un sistema alternativo de dinero de circulación garantizada. Fue la
razón por la que el banco central austriaco trató de frenar la situación, y
argumentando poseer el monopolio en la provisión de dinero promoviera un
proceso legal contra la comunidad de Wörgl, y obtuviera razón.
Así fue
como quedó destruido por las fuerzas contrarias un esperanzador experimento, la
utopía concreta de un sistema de dinero libre de intereses. Semejantes reveses
en nada aminoran la importancia de mantener vivas, desarrollarlas y difundirlas
visiones alternativas de un futuro positivo, como tampoco suprimen la
importancia de recordar positivos modelos históricos caídos en olvido. Naturalmente
que dentro del movimiento economía libre se conoce bastante bien el experimento
con ‘dinero libre’ en Wörgl, mas fuera de aquel es muy poco lo que se ha hablado de éste. La reelaboración de
dicho modelo y de otros alternos al sistema de trueque y dinero podrían aportar
considerable estímulo a los esfuerzos contemporáneos en este sentido. 33
¿Dinero electrónico con garantía de circulación?
Muy
probablemente que para toda una economía nacional y en la época actual la
disposición técnica que garantice el flujo del dinero debe configurarse en
forma algo distinta a como se hizo en Wörgl. Si se tiene en cuenta que gran
cantidad de los procesos de pago ya no se realiza en efectivo (sino por cheque,
giro, tarjeta de crédito o eletrónica, etc.) y que esa proporción seguirá
creciendo, habría que ir pensando en debitar en forma automática y electrónica
el equivalente a la estampilla Wörgl por retención del dinero. En toda
inserción de tarjeta crédito o medio electrónico de dinero plástico en el
aparato automático correspondiente (de supermercado, restaurante, cajero, gasolinera,
servicio de transporte, etc) habrá de poderse calcular y debitar una suma
correspondiente a la retención temporal del dinero. En la actualidad ya los
computadores de los bancos hacen lo propio diariamente sobre los intereses que
se han de pagar por sobregiros. ¿Por qué no habría de poderse hacer lo mismo
sobre dineros adormecidos en una cuenta bancaria? La diferencia habrá de ser
que lo que se cobre no vaya a bolsillo de los bancos, sino a beneficio de la
comunidad. Quien quisiera evitarse tal costo podría pasar su dinero de la
cuenta corriente a la de ahorros, donde estaría libre del gravamen por inmovilidad,
pero desde donde el dinero podrá fluir como crédito para otros, activos en la
economía.
Por lo
menos para los pagos no realizados en efectivo, sobre el ‘dinero electrónico’ podría establecerse sin
dificultad técnica alguna un gravamen de inmovilidad, siempre y cuando hubiese
voluntad política de hacerlo. Para el dinero en efectivo restante cabría hallar
métodos prácticos y técnicos efectivos aun cuando solo fuera para las grandes
denominaciones (ni en monedas ni en
billetes de denominaciones menores se atesoran grandes cantidades de dinero; y
las pequeñas cantidades de dinero retenido no producen perturbaciones mayores
en la economía).
32 Gran desazón ha de caber no obstante respecto a algunas ideas de
Gesell en cuanto relacionadas con un anhelo suyo por mejorar la calidad humana
expresado en términos de mejoría de razas (bien que el contenido de su idea no
cabe ser identificado con las teorías racistas del fascismo). De ningún modo,
sin embargo, pueden ser utilizadas para rechazar sus ideas clarificadoras de la
problemática que ocasiona el interés al dinero. A propósito de los esfuerzos de
estos últimos tiempos por arrinconar a Silvio Gesell y la crítica al interés en
la esquina fascista véase más en detalle el artículo de Werner Onken “Distancia
crítica de Silvio Gesell respecto al extremismo de derecha en la República de
Weimar” en la revista Zeitschrift für Sozialökonomie” Pg. 106f,
septiembre de 1995.
33 Para más detalle véase Margrit Kennedy: Geld ohne Zinsen und
Inflation. 2 parte. Una muy buena
iniciación en la problemática del sistema de intereses y dinero así como una
alternativa al sistema de trueque y dinero ofrecen las ocho partes de la serie
de la radio austriaca ORF Geld frißt Welt (el dinero se come al mundo)
de Helmut Waldert (1995), que se puede obtener de la ORF, Argentinierstr. 30
A, A-1041 Viena.
Este texto fue puesto en la red por: W. Roehrig. Solicítase expresamente su divulgación.
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Sobre
el texto a continuación hay una réplica en
http://userpage.fu-berlin.de/~roehrigw/senf/fdf9603.htm
Bernd
Senf: Der Nebel um das Geld; Gauke, 1996, S. 126 ff.
La
introducción de un nuevo orden económico con garantía de circulación del dinero
planteará desde luego un sinnúmero de interrogantes, sobre los que muy
frecuentemente pasa de largo la teoría de la economía libre o el movimiento
basado en ella.
Distintamente
al libro de Margrit Kennedy (Geld ohne Zinsen und Inflation), se habla
por ejemplo de “un medio de trueque que sirve a cada uno”. Semejantes
expresiones provocan naturalmente falsas ilusiones. Pareciera como si todas las
partes de la sociedad habrían de optar por ese nuevo orden con haberlo
comprendido y haberse familiarizado con él. Mas no hay forma de evitar que
aquel diez por ciento que hoy se beneficia en mayor o menor proporción del
sistema de intereses, haya de renunciar, en un sistema de dinero libre de
ellos, a que su fortuna siga creciendo a base de intereses.
Por
supuesto se puede adoptar el punto de vista de que esas capas de población ya
tienen más que suficiente. Pero los menos de entre ellos van a estar en
disposición de renunciar sin lucha a sus privilegios. Más bien van a movilizar
todos los medios de poder a su alcance (incluidos medios de comunicación e
influencias políticas) para tratar de impedir se les modifique el sistema. Por
lo demás se ha de contar no solamente con la encarnizada resistencia del
beneficiado diez por ciento, sino con el de todos aquellos que se identifican
con los valores del sistema aun cuando en toda objetividad se hallen del lado
de los perdedores en el sistema de intereses. Semejantes identificaciones se
encuentran a veces tan arraigadas que en ellas rebotan hasta los mejores
argumentos.
Suponiendo
que alguna vez por medios democráticos la mayoría decida introducir en la
economía nacional un sistema alternativo de dinero ¿se ha pensado en los
problemas que se producirán cuando el capital empiece a salir precipitadamente
para el extranjero a refugiarse en otras monedas (fuga de capitales)? ¿No habría de originar esto una caída
dramática del valor de la moneda, provocando una crisis que tumbara el
gobierno?
Si la
situación del dinero en el mercado de capitales produce cada vez menos
intereses, ¿no habría de buscar el dinero otras posibilidades de multiplicarse,
acudir a las más diversas especulaciones? (Para evitar la especulación de bien
raíz, el movimiento de economía libre postula una reforma de tierras, sobre la
que no voy a entrar en detalle). ¿Qué problemas se presentan cuando a las
bolsas de valores ingresa cada vez más y más dinero? ¿O a la participación
directa en las empresas? Los posibles aumentos de fortuna de allí derivados ¿no
habrían de agudizar igualmente las tensiones sociales?
En el
sistema actual la cantidad de dinero circulante es regulada por el banco
central mediante modificaciones de un interés guía (políticas sobre el tipo de
re-descuento, encaje bancario...). Así, incrementando ese interés frena el
aforo de dinero, reduciendo aquel
aumenta éste (hablaremos de ello más en detalle). ¿Qué instrumento de
regulación de la cantidad de dinero en curso habrá de utilizarse en lugar del
interés guía cuando el interés se reduzca a cero? El banco central debe estar
en condiciones de regular la cantidad de dinero circulante para ajustarla con
flexibilidad a las variaciones de precios y del producto social en forma
diferente a manejarla mediante sus créditos a los bancos.
Hasta
ahora es el interés lo que regula la oferta y la demanda en los créditos. Aumenta
la solicitud de créditos, aumenta la tasa de interés; baja dicha solicitud,
baja dicha tasa. De esta manera opera también como instrumento de selección.
Inversiones que no rinden los intereses, no pueden ser financiadas ni
realizadas. Si el interés se reduce a cero ¿qué instrumento de selección ha de
ocupar su lugar? ¿Es que existen otros
instrumento de selección que reduzcan las inversiones a un común denominador
para poderlas comparar? Si no, ¿habrán
de ser solamente decisiones políticas las que den prelación a una inversión
sobre otra? En este caso ¿no se abren las puertas a una burocratización incontrolada
y a la subsiguiente corrupción? Pero si se ha de conservar la función
seleccionadora del interés, es evidente que éste nunca podrá ser reducido a
cero (o tal reducción habría de referirse a un interés medio, del que habrían
de darse variaciones hacia arriba y hacia abajo). 34
Dado el
poder de los bancos ¿podría garantizarse que la reducción del interés
(resultante de un mayor flujo de dinero en el mercado de capitales) se
transmita a quienes toman créditos? ¿No podría ser que los bancos reduzcan
efectivamente el interés para los aportantes del dinero dejando la tasa
anterior para los créditos que conceden,
guardándose para sí las utilidades resultantes de semejante disparidad?
Parece
que el poder de los bancos es una mancha oscura en la teoría de economía libre,
ya que prácticamente no lo toca, ni tampoco lo considera cuestionable al
introducir un nuevo sistema de dinero. ¿Es esto expresión de falta de
conciencia del problema o expresión de consideraciones tácticas para no
provocar demasiados enemigos al tiempo contra la idea y propuestas de la
economía libre? Hay pocos sectores en que el juego de los principios de la economía
de mercado sea tan claramente alterado por poder sobre el mercado como en el
bancario El poder de los pocos bancos
grandes de Alemania no está limitado a su sola participación en el volumen de
los créditos, sino que se extiende también sobre las sociedades por acciones y
las grandes alianzas industriales mediante sus participaciones en capital y su
“derecho a voto en virtud de depósitos”.
Otra
mancha oscura ‑y mucho más grande‑ es haber reprimido o dejado ampliamente por
fuera el conflicto entre propietarios de los bienes de producción y asalariados
como lo identificó Marx, y al que denominó “contradicción entre salario y
capital”. El que Marx no haya reconocido claramente la problemática del
interés, no desmerita su análisis profundo de la estructura y dinámica del
sistema capitalista, particularmente el haber descubierto las estructuras de
dominio que hay en el proceso capitalista de producción, con la alienación del
trabajo, que le es propia. En principio
esto tampoco se modifica con un sistema alternativo de dinero.
Sin
embargo, al bajar la presión que el interés impone sobre las empresas y que
estas descargan sobre quienes les trabajan, les compran y les suministran, la presión
sobre éstos también se reduciría. No obstante quedaría una cierta presión que
se mantendría mientras se mantuviese una estructura de mercado privada: la
presión de la competencia, a la que continuarían sujetas las industrias
privadas, y que no sólo tiene efectos de animación sino también de división:
quedaría un foco de jerarquías y partición del trabajo, de divorcio entre
trabajo manual y cerebral en las fábricas y de producción de poder sobre los
mercados de compra y de venta. 35 No se ha
de olvidar que la competencia o concurrencia se habría de dar no sólo entre
empresas de más o menos igual fortaleza, sino entre un gran número de medianas
y pequeñas de un lado y las pocas grandes y las grandes alianzas entre éstas de
otro, con estructuras de dependencia y dominio.
Las
utilidades o lucro de la empresa privada no son sólo una retribución por el
esfuerzo empresarial (retribución empresarial) o haber asumido un riesgo (prima
de riesgo), sino también un premio invisible por la construcción y desarrollo
de poder, hacia dentro (frente a los trabajadores) y hacia fuera (sobre los
mercados de colocación y de adquisición, y frente a la política). 36 Tales estructuras de poder y su dinámica se
mantendrían, aunque en forma algo debilitada, en una economía libre de intereses,
pero con bienes privados de producción. Sobre ellas se ha de dirigir la atención
igual que al interés y al sistema de dinero. El descubrimiento por Silvio
Gesell de un conflicto fundamental hasta ahora desatendido, el conflicto entre
capital dinero y el resto de la sociedad, no debe llevar a negar la existencia
de otros conflictos ni a empañar la visión sobre ellos.
Hasta
ahora el movimiento economía libre ha mantenido las más de las veces una
actitud muy crítica frente a los sindicatos. Con razón se los ha de criticar
por no haber reconocido, al igual que la gran masa de la sociedad, la
problemática del interés ni haber hecho de él un tema público. Pero de allí a
distanciarse de ellos (como hace parte del movimiento) no es justo con sus
méritos históricos en la lucha por mejorar salarios y condiciones laborales. La
confianza ciega en la autorregulación del mercado laboral por medio de
contratos colectivos se contradice con la experiencia histórica. Sin los
sindicatos, hoy todavía tendríamos condiciones salariales y laborales de las
épocas del capitalismo naciente. Se lo ve palmariamente en países en que el
sindicalismo todavía está prohibido o en los que sus derechos se hallan
fuertemente coartados, como en casi todos los países del tercer mundo. Dejar la
fijación del salario a las solas fuerzas de oferta y demanda de mano de obra,
es susceptible de conducir en tiempos de abundancia de fuerza laboral a
salarios de hambre, que pueden caer por debajo del mínimo para subsistir y
ocasionar graves catástrofes sociales. En principio, nada de esto cambiaría
tampoco un sistema alternativo de dinero sin intereses.
Es
cierto que en un tal sistema alternativo de dinero mermaría la presión a que
los intereses someten a las empresas y éstas a sus asalariados, pero mientras
continúen imperando la presión de la competencia y la orientación al lucro de
la empresa privada, el esfuerzo de las empresas habrá de tender entre otras a
mantener los salarios, como costos de producción, tan bajos como posible y a
sacar del trabajador el máximo rendimiento. Incluso en ausencia de crisis y de
desempleo masivo en que la posición de los asalariados en el mercado se
mantenga fuerte, será por mucho tiempo imprescindible la acción de los
sindicatos para sacar adelante los intereses de los asalariados. La historia
del capitalismo muestra una y otra vez que el mercado laboral no se regula por
sí mismo, y cuando lo hace es a expensas de producir enorme miseria social.
Cuando el salario cae por debajo del mínimo de subsistencia, el asalariado no
tiene la posibilidad (como sí el propietario de capital dinero cuando bajan los
intereses) de negar su oferta, sino que por el contrario está obligado a
ofrecer su fuerza laboral e incluso entonces con mayores veras. El movimiento economía libre no debiera
hacerse la ilusión de que en un sistema alternativo de dinero un mercado
laboral “libre” pueda resolver por sí mismo los problemas sociales. Mientras
propague semejante tipo de ilusiones chocará
con toda razón con la incomprensión y el rechazo de los sindicatos. Esto hace
difícil que penetren en los medios sindicales y se propaguen entre la clase
obrera ideas tan importantes y acertadas como posee la economía libre (en
campos de los imperantes órdenes del dinero y de la tierra). Parte del
aislamiento e ineficiencia política del movimiento se debe, a mi parecer, a
culpa propia por haber abierto frentes falsos y llegado a endurecimientos que
su causa no necesita. Pese a estos cuestionamientos abiertos frente al nuevo
orden del dinero y los reparos críticos a la economía libre, me parece urgente
plantear sin prevenciones la discusión en torno a la problemática del orden
vigente del dinero y del sistema de intereses y la búsqueda de una “tercera
vía” en lugar de capitalismo y socialismo. Esta urgencia es hoy quizá más
grande que nunca. 37
34 A este propósito hay un
pensamiento muy interesante de Erhard Glötzl, que aboga por deslindar los
intereses del debe y el haber. Los últimos deben ser sustituidos por un “cobro
por utilización de dinero”, con lo que se desvanecería la escalada de las
fortunas por dinero y de los endeudamientos. Los primeros deben servir como
instrumento de regulación de créditos en forma de un “cobro por crédito”. Véase su artículo “Über die (In-)Stabilität
unseres Geld- und Wirtschaftssystems aus der Sicht eines Technikers” (sobre la
(in)estabilidad de nuestro sistema económico y monetario desde la perspectiva
de un técnico), SBL, Gruberstr.40-42,
A-4010 Linz
35 Estas tendencias provenientes de la orientación al lucro las
deduje detalladamente en mi “Kritik der markwirtschaftlichen Ideologie” (crítica a la ideología de economía de
mercado), FHW Berlín 1980
36 De estas relaciones me ocupé ya en 1979 en el capítulo “El lucro,
palanca económica” en Denken in gesamtwirtschaftlichen Zusammenhängen (pensar en el contexto económico completo) Tomo
2, Bonn-Bad Godesberg 1971, de Bernd Senf y Dieter Timmermann.
37 Para profundizar esta cuestión
véanse las revistas Der Dritte Weg” – Zeitschrift für natürliche
Wirtschaftsordnung (Redaktion:
Erfstr 57, 45219 Essen) y Zeitschrift
für Sozialökonomie Gauke-Verlag, PF 1320,
24319 Lütjenburg.
Este texto fue puesto en la red por: W. Roehrig. Solicítase expresamente su divulgación.
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