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Publicado en: Fragen der Freiheit Nr. 242; Enero-Marzo1997; páginas 46-54
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Bernd Senf: Crítica a la teoría de la libre conomía, y cuestiones pendientes
Fritz Andres : Acotaciones a este
capítulo del libro de
Bernd Senf: " Der
Nebel um das Geld"
La meritoria exposición de Bernd Senf acerca de lo que es el dinero y de sus problemas está marcada claramente por el hecho de haber descubierto el autor hace unos años la teoría de la economía libre de Silvio Gesell, aceptarla ampliamente –por lo menos en cuanto a teoría del dinero‑ y haber llegado a considerarla “transformadora”, según propia apreciación (pág. 32). Por lo mismo es particularmente interesante el capítulo que ha titulado “Crítica a la teoría de la economía libre; cuestiones pendientes” (pág. 126-130). Puesto que contiene reservas frecuentemente formuladas a la reforma monetaria propuesta por la economía libre, a continuación se aportan algunas reflexiones, referidas a los subtítulos de los párrafos correspondientes.
1. “Subestima de las resistencias esperadas”. No ha de ser fácil que quien haya entendido realmente la libre economía subestime al mismo tiempo las resistencias que habrán de oponerse a su realización. Por lo demás el autor observa correctamente que la oposición habrá de venir no sólo de los usufructuarios del actual sistema monetario, sino de todos aquellos que, por desconocimiento, creen que van a ser perjudicados.
2. “Peligro de huida de capital”. En caso de imponerse una renuncia a la liquidez ¿”empezará el capital a salir precipitadamente para el extranjero a refugiarse en otras monedas (fuga de capitales)” como teme el autor? Los medios que se verán afectados por la medida son los que mantienen la situación de liquidez. Mas éstos se conservarán en cantidad necesaria para efectuar las transacciones requeridas por las exigencias de la economía, de modo que con quien tiene que ver la cuestión que se planeta es con el dinero excedente. Hasta donde, como una consecuencia, se vierta éste en el consumo producirá un único tirón inflacionario (diciéndolo en términos de la ecuación de Fischer sobre circulación del dinero, su velocidad crecerá por una vez), cuya magnitud tampoco ha de exagerarse máxime pudiendo entrar el banco central a compensar retirando dinero. Hasta donde el excedente líquido sea volcado en el mercado de capital aumentará la oferta de éste con la consiguiente rebaja de intereses, cuya magnitud tampoco ha de ser sobreestimada. Quien no quiera ni consumir ni ahorrar, sino conservar su liquidez puede naturalmente tratar de hacerlo en el extranjero, hasta donde no se perjudique. El incremento en la demanda de divisas pondría la moneda, con tendencia a la baja mas en forma enteramente pasajera porque las demás fuerzas que determinan su valor pronto volverían a imponerse. De todos modos, la limitación a la liquidez –sea que produzca un tirón único inflacionario por haber incrementado el consumo, o una baja de intereses reales por haber inundado el mercado de capitales‑ tiene por consecuencia poner la tendencia del marco a la baja.
Sólo que no cabe hacerse ideas falsas sobre la amplitud de las consecuencias esperadas teóricamente. Ellas en efecto dependen del substrato, aspecto de liquidez o de dinero, afectado por la limitación, y sobre el que no nos extendemos aquí. Mas las consecuencias dependen también del momento de la situación política en que se toma la medida. Aquí importa qué tan alta sea la rata de inflación o de interés así como la estructura de éste: mientras más alta la rata de inflación o de intereses con menor exceso de liquidez se puede contar, lo mismo si es grande la diferencia entre interés a largo y a corto plazo, si la curva entre los dos es muy pendiente. Inversamente, reduciendo la liquidez se corren mayores riesgos sólo en presencia de una relativa estabilidad monetaria o de bajos intereses a largo plazo y, en lo posible los de corto plazo (estructura inversa de intereses), pues por lo general en estos casos la reserva líquida es relativamente grande. Por lo demás, los propietarios de liquidez en proporciones representativas habrán sido alertados, a más tardar en la última fase, por los procesos de discusión y toma de decisiones que necesariamente se habrán dar y prolongar por tiempo mucho más que suficiente para permitirles haber resuelto el problema antes de que lo plantee la introducción de la medida porque se habrán desecho de la liquidez en una de tres formas posibles arriba mencionadas.
3.”Escapes a otras posibilidades de multiplicar dinero”. Si la renuncia a la liquidez conduce, como es de esperar, al pleno empleo y al desarrollo estable y positivo de la coyuntura económica, así como a una progresiva disminución de los intereses a capital, es evidente que, al igual que ahora, todo aquel que ponga su dinero en el mercado de capitales se mantendrá atento a las “posibilidades de multiplicar dinero” en otros tipos de inversión. Dejando de lado el mercado de bienes raíces, ‑como se sabe, la reforma de la reglamentación del suelo es imprescindible para que la del sistema monetario porte sus frutos a mediano y largo plazo‑ porque así lo hace el autor, quedan las posibilidades más diversas de “especulación”, como bienes representativos de capital en forma de acciones, participaciones directas en las empresas, etc.
Intereses a la baja pueden llevar, claro está, a que más ahorros se dediquen a la especulación. Pero característica de ésta es precisamente que se necesita una gran liquidez para aprovechar el momento preciso. Sabido es que Keynes consideró las intenciones de especulación como causa del mantenimiento de liquidez. La medida tendiente a renunciar a la liquidez afectaría directamente a los especuladores y, contrariamente a lo que piensa el autor, los induciría a invertir en el mercado de capitales o a especular en el extranjero (véase 2). Por lo demás se ha de tener presente que tanto las posibilidades como los riesgos de la especulación se hallan por lo general por encima del interés vigente en el mercado de capitales, mas ¿por ello habría de renunciar el dueño de capital a la seguridad de los intereses? La cuestión de si el interés real es del 4% o del 0% es probablemente de menor importancia para los capitales especulativos que la de la cantidad de posibilidades especulativas que ofrezca nuestro orden social. ¿No deberá llegar el momento en que a la especulación con divisas se le suprima toda piso reuniendo en unas pocas y unificadas zonas monetarias la diversidad de las actuales, logrando políticas económicas y de cambios que se puedan predecir? La constancia de la política económica y las progresivas y orgánicas modificaciones con que permite contar la reforma monetaria propuesta por la economía libre, acabarán suprimiendo la especulación también en otros sectores.
Con acciones se podrá continuar especulando, pero como consecuencia de la abundancia de capital su rendimiento bajará a un nivel que ya no contendrá premios por carestía, sino premio por el riesgo, en casos determinados, y una remuneración por desempeño económico. Mucho indica que la reproducción del capital, y su pérdida consiguiente de poder, no dejará de influir sobre la manera de estar atados los capitales a las empresas. Cabe dudar que entonces puedan subsistir a la manera como los hay ahora (véase también 7) participaciones negociables en las empresas, con lo que se habría suprimido otra base más a la especulación.
4. “Regulación de la cantidad del dinero ¿sin la guía del interés?”. ¡Justamente! Ya en estos momentos el interés como instrumento de política de dinero presenta problemas. Y naturalmente que con un interés de cero fracasaría por completo. ¿Dónde está el problema? El banco central, el Bundesbank, puede aumentar o disminuir la cantidad de dinero circulante comprando o vendiendo valores, esto es, practicando política de mercado abierto. Puede también rifar o repartir equitativamente entre los ciudadanos el nuevo dinero que haya de entrar en circulación. De todos modos, no volviendo a poner en circulación, o sólo en parte, lo que recaude por imposición sobre retención de dinero efectivo [o conservación de liquidez] obtendría disminución de circulante. Puesto que la medida, que asegura la circulación del dinero, habrá de aumentar su velocidad, lo que a la política de circulante incumbe hacer entonces para mantener el nivel de precios es efectuar compensaciones en el producto social. Desarrollo continuado y previsible, en el que podrá regularse la cantidad de dinero sin los problemas de los intereses, es lo que cabe esperar como consecuencia.
5. “Selección de créditos ¿sin interés?” Sorprendentemente siempre se ve problema en este punto ¿Por qué?
Como instrumento de selección, un interés de 5% opera exactamente como uno de 0%, pues en condiciones en las que el capital representado en objetos ha dejado de producir interés positivo es igualmente difícil lograr inversiones en las que se compense su [natural] depreciación como en las condiciones actuales obtener compensar la depreciación y ganar además intereses sobre capital invertido. Ausencia de interés, o interés de 0%, significa, como dice Keynes, que el capital objeto debe producir sus propios costos de restitución. Le compete, por tanto, la tarea de transportar la fortuna sin pérdidas de valor, del presente al futuro. Claro debiera ser que en tales circunstancias habrá multitud de posibilidades de inversión incapaces de cumplir dicha tarea, por lo que se las desechará. Simplificando podría decirse que del interés, como actual criterio de selección de créditos, interés que, naturalmente, comprende las amortizaciones, ¡no quedarían más que las amortizaciones! Y quien no las pueda pagar no recibirá crédito alguno aun cuando los intereses sean de 0%. Una inversión que ni siquiera compensa su depreciación, no será llevada a efecto ni aun en esa circunstancia. Es una idea totalmente errada pensar que sin intereses la demanda de créditos se desbordará al infinito con lo que sería necesario inventar otros instrumentos, particularmente burocráticos, a fin de poder seleccionar de entre la ingente demanda de créditos los que habrán de ser atendidos con una oferta limitada de ahorros.(*) Después de lo dicho ni qué hablar de necesitartse intervención estatal para repartición de créditos, como recela Senf.
6. “El poder de los bancos”. El temor del autor de que los bancos puedan bajar los intereses para los ahorros y no también para los créditos parece infundado mientras haya competencia entre aquellos. ¿Qué empresa o qué inversionista o constructor no oye ofertas diferentes de diversos bancos antes de invertir? Por lo menos tiene la posibilidad; y la apertura de capitales a un mercado mundial interdependiente no haría sino mejorar la posición negociadora del inversor frente a los bancos. Pero, como queda dicho, ¡con tal de que exista competencia entre ellos! Bancos y aseguradoras debieran acogerse por eso a la ley que regula la formación de cárteles.
Hablar del poder de los bancos requiere distinguir. En primer lugar tal poder no existe en la concesión de créditos mientras haya competencia. Por otro lado, el influjo que pueden ejercer los bancos sobre las empresas gracias a sus participaciones de capital y al llamado derecho a voz en virtud de depósitos es de importancia y actualmente un auténtico problema (véase también 7) máxime que, como es natural, se lo usa para tratar de restringir la competencia en el sector de créditos. Precisamente las reformas que propone la economía libre restringen la posesión de participaciones y con ello el poder de los bancos (véase también 7).
7. “Orientación al lucro, competencia, poder sobre el mercado y explotación”. En este párrafo el autor toca algunos fenómenos de nuestra actual vida económica, los juzga negativamente y considera que continuarán persistiendo una vez practicadas las reformas de la economía libre. Menciona: “alienación del trabajo”, “presión de la competencia... que no sólo tiene efectos de animación sino también de división: quedaría un foco de jerarquías y partición del trabajo, de divorcio entre trabajo manual y cerebral en las fábricas y de producción de poder sobre los mercados de compra y de venta”, “poder, hacia dentro (frente a los trabajadores) y hacia fuera (sobre los mercados de colocación y de adquisición, y frente a la política)”.
Aquí queda de manifiesto cuán importantes ha de ser para la propagación y triunfo del movimiento de la economía libre explicar claramente las consecuencias que sus propuestas han de tener dentro de la estructura interna de las empresas y en el comportamiento de la competencia de los mercados, que son los campos que por su percepción del funcionamiento económico más interesan al trabajador. Por eso queremos decir, así sólo sea aquí enumerativamente, lo siguiente. Comportamiento estable y positivo de la coyuntura, tal como debe darse saneando el actual orden monetario, ha de desembocar en empleo total y, en consecuencia, en robustecimiento de la competencia entre empresas y trabajadores. A más tardar al producirse el pleno empleo quedará clara la inoperancia de las actuales relaciones entre trabajo y salario y su intercalada oposición de intereses. El trabajador podrá manifestar su inconformidad con un trabajo cuyos rendimientos económicos no lo benefician ¡sin deber temer perder el empleo! La competencia de las empresas por buenos colaboradores las obligará a distribuir sus ingresos en un modo tendiente a armonizar sus intereses con los del trabajador. Lo que no es posible si el trabajador es excluido de la configuración de su trabajo y de la cogestión en las directrices de la empresa. Dejando una vez más de lado la cuestión del suelo y concentrándonos en las funciones empresariales propiamente tales, capital y trabajo, no es profecía alguna, sino visión clara y precisa que al disminuir la oferta de mano de obra por haber pleno empleo el trabajador adquirirá influencia en la empresa, al paso que el capital, como factor cada vez más abundante, irá perdiendo poder, poder que siempre se basa en su escasez. Mientras que del lado del trabajador cabe imaginar llegar así a auténtica posición de socio con el empleador respecto a distribución de beneficios, se necesita algo de imaginación para ver los cambios del lado del capital, en donde poco a poco se iría emancipando de éste la función de empresario propiamente tal, que se distingue y ha de ser distinguida de la de poseer el dinero y que en el momento están íntimamente ligadas. En lo sucesivo el capital no se pondría a disposición de las empresas como medio de participación, sino como capital ajeno, con lo que estructuralmente perdería poder. Se acabaría teniendo al hombre de empresa que busca colaboradores para sus proyectos y al que le confía sus ahorros, por medio de la banca u otros intermediarios del crédito, porque confían que luego del tiempo acordado se los devolverá con su pleno valor real.
Las consecuencias de esta tendencia en los más diversos ramos de la economía se pueden ver más claro al considerar que hoy las relaciones de poder se dan esencialmente por el entramado del capital, esto es, gracias a la posesión de participaciones. La formación de consorcios, mallas de empresas y otras formas de agrupación artificial se desintegrarán en sus unidades de carácter propiamente empresarial cuando sobre ellas no se pueda influir a través de la posesión de capital.
Es que el poder del capital no es algo natural, sino impuesto por su carestía. La superación de ésta no sólo acabará con los intereses, sino con las posiciones y estructuras de poder del capital dentro y fuera de las empresas. Aquí y allá el mundo será otro cuando el capital pierda poder al ser superada su escasez, esto es, cuando el poseer deje de tener importancia en las relaciones entre los hombres.
8. “Comportamiento crítico frente a los sindicatos”. También este párrafo muestra cómo el autor juzga unilateralmente los efectos de las reformas de economía libre limitándose a la supresión de los intereses y descuidando sus consecuencias sobre las relaciones entre capital y trabajo. Cuando desempleo y poder del capital pertenezcan al pasado la respuesta que históricamente se ha venido dando a tales abusos ha de compartir su misma suerte. En otras palabras, la superación de la escasez de capital y del poder de ella resultante no sólo hará desaparecer de nuestra vida económica los intereses sino también todas las demás consecuencias hasta ahora poco identificadas del poder del capital. No habrá más reparos en permitir que salarios y otras formas de repartición de beneficios u otras condiciones laborales sean objeto de libre acuerdo entre las partes. Dejarían de ser necesarias las regulaciones sobre contratos colectivos como se requieren hoy. Suprimida la oposición de intereses entre empleado y empleador se torna superflua la existencia de sindicatos y otras agremiaciones.
No es haber pensado las reformas hasta sus últimas consecuencias cuando el autor opina que “mientras continúen imperando la presión de la competencia y la orientación al lucro de la empresa privada, el esfuerzo de las empresas habrá de tender entre otras a mantener los salarios, como costos de producción, tan bajos como posible y a sacar del trabajador el máximo rendimiento. Incluso en ausencia de crisis y de desempleo masivo en que la posición de los asalariados en el mercado se mantenga fuerte, será por mucho tiempo imprescindible la acción de los sindicatos para sacar adelante los intereses de los asalariados”. Los pocos años de pleno empleo [en Alemania] aproximadamente de 1955 a 1967 enseñan otra cosa: quien entonces podía tener visión sobre la situación real no pudo menos de constatar las transformaciones fundamentales que comenzaron a darse (en el sentido de lo que se indica en 7) en las relaciones entre patrones y trabajadores.
“La historia del capitalismo muestra una y otra vez que el mercado laboral no se regula por sí mismo, y cuando lo hace es a expensas de producir enorme miseria social.” Eso es exactamente; lo ha mostrado una y otra vez la historia del capitalismo. Mas es precisamente la ‘mercantilización’ del trabajo lo que se proponen superar las reformas de la economía libre y lograr un sistema económico libre de capitalismo. La visión de la economía de mercado falsificada por el capitalismo ha impregnado de tal modo la imagen que el autor se hace del mercado mismo que manifiestamente lo sigue rechazando aun habiéndole practicado las reformas de economía libre. El “cambio de mareas” que pronosticó Keynes después de la “dulce muerte del rentista”, esto es, luego de la superación del capitalismo, impone despojarse aun mentalmente de oposiciones de intereses y cuadros de enemistades. Lo que falta son explicaciones ilustrativas de las consecuencias de las reformas de economía libre sobre los diferentes terrenos de la vida social para que, percibiendo claramente qué efectos tendrán las reformas en el ámbito de su propia vida, al movimiento de la economía libre acudan personas dispuestas a interesarse por los problemas del dinero.
(*) Véase a este propósito J.M. Keynes Teoría general del empleo, los intereses y el dinero. Pág. 316/317: “Estoy convencido de que la demanda de capital es en extremo limitada, en el sentido de que no sería difícil multiplicar las existencias de capital hasta un punto en que su capacidad límite de rendimiento fuera mínima. Lo que no significa que la utilización de bienes de capital no haya de tener coste alguno, sino que su rendimiento no iría por encima de cubrir su agotamiento por depreciación y envejecimiento, así como un cierto margen de riesgo y ejercicio de habilidad y capacidad de juicio”.
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