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LA ECONOMÍA DEL FUTURO
Memorandum para Científicos en Economía (1985)
Distinguidas damas y
caballeros:
En los años „de oro” de
los cincuenta y los sesenta, su colega estadounidense Paul A. Samuelson,
profesor y famoso autor del tratado sobre ciencias económicas que mayor éxito
obtuvo en el tiempo de postguerra, además de hacerse acreedor a recibir el
Premio Nobel de Ciencias Económicas, con convicción sustentó el parecer de que
la moderna „economía mixta” tenía firmemente dominado al problema de las coyunturas
y las crisis. Según él, era imposible que se repitiera una gran crisis
económica mundial.
La evolución económica de
unos pocos años bastó, sin embargo, para destruir esta fe en el poder de la
ciencia económica y en la viabilidad de una coyuntura libre de oscilaciones
críticas. El prolongado desempleo masivo conmovió la seguridad del mundo
científico y dañó su prestigio ante la opinión pública. La destrucción del
medio ambiente, la carrera armamentista y el conflicto pendiente entre las
naciones industrializadas del Norte y las subdesarrolladas del Sur hicieron lo
propio.
En la vida pública y
también entre sus propias filas a menudo se alzan manifestaciones de
descontento hacia el estado actual de la economía, por su incapacidad para
impedir el surgimiento de dichos problemas. Por ello su famosa y recientemente
fallecida colega inglesa, la profesora Joan Robinson, llegó incluso al
extremo de diagnosticar una „evidente quiebra de la teoría económica”. Aunque
dicho juicio posiblemente sea algo exagerado, no puede negarse que las ciencias
económicas atraviesan una profunda crisis, proyectando hacia el exterior una
imagen de desorientación y de discordia.
Estos inesperados desafíos
han echado a andar, dentro de su especialidad, un proceso de reordenación
conceptual y de reorientación, que entre otras formas se ha manifestado
mediante el súbito surgimiento de un número relativamente elevado de
innovaciones teóricas como la „nueva economía política”, la „nueva
microeconomía”, la „nueva macroeconomía” y el concepto de „economía
alternativa”. Es posible observarlo también en los congresos especializados,
donde los planteamientos teóricos existentes son sometidos a un examen crítico,
y en los que se buscan soluciones a la crisis del momento.
Compartimos esta preocupación
acerca de los apremiantes problemas de nuestros tiempos y con gran interés y
respeto nos hemos mantenido al tanto de su búsqueda de posibles soluciones. No
obstante, hemos advertido que hasta el momento el proceso de reordenación
conceptual no ha llegado a abarcar los fundamentos orgánicos generales de los
sistemas económicos vigentes. No se perfila aún una concepción capaz de vencer
los contrastes propios de la confrontación estancada entre los sistemas
económicos de Occidente y del bloque socialista, del Norte y del Sur, y que
pudiera dar abasto a las exigencias de libertad personal y justicia social, de
compatibilidad con el medio ambiente y de paz. Por lo tanto queremos dirigir a
ustedes en calidad de especialistas competentes el más encarecido ruego de
encausar el foco de sus investigaciones en mayor medida hacia la elaboración de
un modelo que trascienda las fronteras entre los sistemas actuales.
La petición particular que
mediante el presente deseamos someter a su consideración es, además, la de
tener en cuenta, al indagar nuevos senderos económicos, las propuestas que hace
ya varías décadas expusiera el reformador social Silvio Gesell para una
revisión de las suposiciones generales acerca de las condiciones y los nexos
estratégicamente importantes dentro del sistema teórico de la economía.
En el pasado casi nunca se
ha llevado a cabo, por desgracia, un intercambio intensivo de ideas entre los
economistas académicos y los discípulos no académicos de Gesell. Es
posible que la incursión en su obra se haya dificultado a los especialistas
debido a la actitud a menudo exageradamente mesiánica de sus adeptos. Así los
economistas dedicados a la ampliación de la teoría neoclásica no la tuvieron en
cuenta en absoluto o no la tomaron en serio, cosa que sucede frecuentemente al
haber ideas que se salen de las convenciones establecidas.
No obstante, en el curso
de los años ha habido aislados economistas de relieve que pese a ciertas
reservas llamaron la atención de los especialistas sobre la trascendencia de Gesell.
Sus declaraciones, que recopilamos en el apéndice, nos han infundido ánimos
para mediante estas palabras hacer presente ante ustedes, distinguidas damas y
caballeros, la obra de Silvio Gesell, y para hecerles un llamado a la
revisión crítica de sus planteamientos con miras a su posible contribución para
vencer las tensiones sociales, ecológicas y politícas cada vez más graves que
han surgido entre los hombres y los pueblos.
Dado el estado actual de
las cosas es posible que resulte algo difícil abordar la obra de Gesell,
no sólo debido a prejuicios incidentales, sino también a causa de su antigüedad
y su terminología, ajena a la ciencia y arraigada en su época. Con el propósito
de eliminar toda barrera potencial, presentamos a continuación un breve resumen
de la vida y la obra de Gesell.
ASOCIACIÓN INTERNACIONAL
PARA UN
ORDEN ECONÓMICO NATURAL
(Internationale
Vereinigung für
Natürliche
Wirtschaftsordnung)
Algunos datos
biográficos sobre Silvio Gesell
Silvio Gesell nació
en 1862 en St. Vith, en la parte oriental de Bélgica, como hijo de madre valona
y padre alemán. En 1886 emigró a Argentina, donde prosperó como comerciante,
importador e industrial, y donde las profundas crisis económicas lo incitaron a
deliberaciones teóricas.
En el año 1900 Gesell
se retiró de la vida comercial activa y se radicó en Suiza. En una granja de
las inmediaciones de Neuchátel se dedicó a la agricultura y a extensos estudios
autodidácticos en economía. Integró sus experiencias prácticas y conclusiones
teóricas en numerosas publicaciones. En 1916 se editó en Berna su obra
principal, Un orden económico natural mediante libretierra y libremoneda,
de la que hasta la fecha se han publicado nueve ediciones en idioma alemán y
que ha sido traducida, además, al inglés, al francés y al español.
En abril de 1919 Gesell
casi tuvo la oportunidad de poner su teoría a prueba en la práctica. Por
iniciativa del filósofo cultural Gustav Landauer fue elegido Ministro de
Finanzas en la Primera República de Consejeros de Baviera. Estuvo en funciones
durante sólo una semana, sin embargo, antes de que la primera junta ‑liberal‑
de consejeros fuera derrocada por la segunda ‑comunista‑. Al
finalizar ésta Gesell fue acusado de alta traición, pero posteriormente
se le absolvió del cargo.
En virtud de su
participación en la Revolución de Munich las autoridades suizas le negaron el
derecho de regresar a su finca en el Jura de Neuchátel. A consecuencia de ello Gesell
se instaló temporalmente en los alrededores de Potsdam y después en la
cooperativa de Eden-Oranienburg al norte de Berlín, de la que un fundador era Franz
Oppenheimer, donde siguió escribiendo hasta su muerte en 1930.
Una historia dogmática
de la economía desde el punto de visto de Silvio Gesell
El núcleo orgánico general
de la obra de Silvio Gesell queda al descubierto al relacionarla con las
tres grandes eras de la economía moderna y con las doctrinas que
respectivamente las han dominado: el capitalismo del ,,laissez faire” y la
economía clásica y neoclásica; la revolución keynesiana y la era por ella
introducida del intervencionismo de Estado; la contrarrevolución de Friedman y
el actual surgimiento del mercado.
Significó sin duda un
magno adelanto histórico cuando el liberalismo clásico logró superar el
feudalismo y mercantilismo medievales y allanó el camino para una economía
regulada automáticamente de manera descentralizada. A partir de la idea de un
orden natural y libre para la economía y la sociedad, los economistas clásicos
y posteriormente los neoclásicos desarrollaron un sistema teórico que debía
probar la superioridad de la economía libre de mercado sobre un mercantilismo
basado en la minoría de edad individual y dirigido desde arriba.
Dicha teoría clásica y
neoclásica estaba fundada en la convicción de que la „riqueza de las naciones”
(Adam Smith) crecería si el curso de la economía no fuera ya regido por
el Estado, sino por individuos libres y responsables de sus propias acciones.
Otra razón por la que las atribuciones económicas podrían ser legadas por el
Estado a los individuos era que el mercado libre, según esta doctrina, con
„mano invisible” establecía el equilibrio entre los intereses particulares, y
daba mejor garantía al bienestar común que el Estado. De acuerdo con este
principio del „laissez faire” la producción y la distribución de las mercancías
serían orientadas de manera descentralizada por la alternación de ganancias y
de pérdidas, que en los mercados se regulaba automáticamente. Puesto que según
el teorema de Say toda oferta una vez producida creaba su propia demanda
y permitía una venta sin contratiempos, dicha economía libre de mercados
automáticamente tenía que mantener siempre, aun sin la intervención directriz
de una instancia superior, un equilibrio estable (dinámico).
La realidad no cumplió,
como es sabido, con las expectativas clásicas y neoclásicas. Algunos vicios de
construcción se habían introducido, por lo visto, en los fundamentos teóricos,
pues el dominio del hombre sobre el hombre celebró a la brevedad su
resurgimiento en forma de concentraciones de poder económico privado, tales
como monopolios y oligopolios. A medida que crecían fueron manifestándose
disonancias, en proporciones cada vez mayores, que no concordaban con el modelo
clásico‑neoclásico de un orden económico natural y armonioso.
El prototipo de la
economía libre de mercado degeneró, en la práctica, hacia una economía
capitalista de mercado en la que la producción no se ajustaba sólo a las
necesidades humanas sino fundamentalmente a los intereses de las
concentraciones de poder privado; dicho de otra manera, la capacidad de la
economía para regularse automáticamente y de manera descentralizada estaba
restringida de tal forma que la asignación de los recursos no lograba alcanzar
su nivel óptimo. En cuanto a la distribución del producto social la moneda
resultó ser no un medio de trueque neutral puesto meramente al servicio de la
economía, sino también un instrumento de poder sumamente parcial. En lugar de
hacer posible un intercambio justo de servicios y contraprestaciones, permitió
la concentración de ingresos y de bienes a un grado tal como no podía ya ser
remitido a razones de diferencias individuales de rendimiento y capacidad. Una
expresión palmaria de este desbarajuste interno de la economía capitalista de
mercado, fue, por último, su inestabilidad crónica acompañada de fluctuaciones
alternativamente deflacionistas o inflacionistas en el poder adquisitivo de la
moneda, así como del paro forzoso periódicamente recurrente.
*
En vista de la crasa
contradicción entre la teoría clásico‑neoclásica y la realidad económica
no es de sorprender que surgieran dudas respecto de la teoría. Correspondió al
profesor John Maynard Keynes poner en tela de juicio la existencia de
una „mano invisible” y con ello iniciar el „fin del laissez faire”.
Keynes fue
también el que puso los cimientos teóricos para ‑según él mismo lo
expresara en una ocasión‑ una „dirección inteligente del capitalismo
por el Estado“. Su obra más importante no integra, sin embargo, una teoría
general, en cuanto que excluye los problemas fundamentales, respecto de la
teoría de precios y de distribución, de una deficiente asignación de los
recursos así como de la distribución desigual de ingresos y de bienes. Keynes
se ocupó principalmente con el problema del paro forzoso y creía posible
resolverlo mediante la intervención estatal en el mercado, aunque subsistieran
la falta de neutralidad de la moneda y las concentraciones de poder económico
privado.
En lugar de buscar las
causas de la inestabilidad del mercado capitalista en la existencia de
concentraciones de poder ajenas al sistema, Keynes únicamente comprobó
que dejaba mucho que desear el funcionalismo de las fuerzas espontáneas de
curación en el mercado deformado por el capitalismo. En el mercado de trabajo
el mecanismo de los salarios no marchaba tal como hubiera sido necesario para
su estabilización en un equilibrio de pleno empleo, porque los sindicatos no
resistían con éxito a la reducción de los salarios. Además, advirtió que el
automatismo de los intereses no bastaba ya para encauzar la totalidad de los
ahorros hacia la inversión cuando tras un período de incremento continuo del
capital real su rentabilid - denominada por Keynes „rendimiento marginal
del capital”- disminuía en beneficio de los salarios. El dinero no encontraba
entonces, según Keynes, posibilidades de inversión suficientemente
lucrativas y se ausentaba temporalmente, en calidad de demanda efectiva, de los
mercados (de bienes de inversión). El teorema de Say, de acuerdo con el
que toda oferta creaba una demanda correspondiente, había resultado falso. Los
huecos en la demanda privada se traducían en una paralización de las ventas,
que a su vez provocaba despidos y paros forzosos.
La receta propuesta por Keynes
contra el desempleo era a primera vista muy simple. Consistía esencialmente en
la exigencia de cerrar, haciendo caso omiso de consideraciones de asignación y
de distribución, o sea microeconómicas, los huecos en la demanda privada por
medio de una demanda estatal sustitutiva financiada con créditos, para así
restablecer la concordancia entre la oferta y la demanda en cuanto factores
macroeconómicos. De esta manera se haría posible volver a un equilibrio estable
de pleno empleo.
Esta recomendación
encontró cabida en la política económica de muchos Estados después de la
Segunda Guerra Mundial. Un extenso aparato estadístico fue creado a fin de
observar la evolución coyuntural y de auxiliar las decisiones respecto de la
aplicación de la demanda estatal sustitutiva. Se hizo el intento de dominar la
inestabilidad de la economía capitalista de mercado por medio de „inyecciones a
la coyuntura” y programas laborales.
Los resultados de dichos
esfuerzos, así y todo, no convencen. Dejando aparte los problemas de operación,
tales como determinar el alcance de este tipo de programas, fijar el momento de
su aplicación y los imprevisibles efectos secundarios y retrasos en los
resultados, al poco tiempo surgió la dificultad de que en una coyuntura
sostenida de esta manera el rendimiento marginal del capital real no volvía a
incrementarse en la medida deseada, incluso tendía más a la baja. Los sucesores
de Keynes ampliaron, por lo tanto, la política laboral del Estado hasta
abarcar la promoción estatal del crecimiento económico, cuyo objetivo era
proporcionar a la oferta privada de dinero, mediante proyectos civiles y
militares en gran escala subvencionados por el Estado, nuevas posibilidades de
inversión lucrativa y con ello atraerla al mercado en calidad de demanda
efectiva.
De esta manera fue
ciertamente posible mitigar temporalmente los contrastes sociales, puesto que
las capas bajas y medias pudieron también participar de los „frutos” del
crecimiento. No obstante, poderosas razones desmienten que la respuesta dada
por Keynes y sus discípulos al primer gran desafío dirigido a la
economía por la hasta entonces más grave crisis del capitalismo del „laissez
faire”, represente una solución permanente a los problemas de nuestros tiempos.
En lo que respecta a la
economía, el intervencionalismo de Estado no puede corresponder a las
esperanzas puestas en él ni suprimir el desempleo. Ha provocado la trampa
inflacionista y el inmenso endeudamiento de Estado, haciendo subir el tipo de
interés, lo cual con frecuencia vuelve más atractivas las inversiones
financieras que las reales y así ejerce una influencia diametralmente opuesta a
la política laboral. Las equivocaciones en la asignación de los recursos y en
las estructuras económicas, así y todo componentes esenciales del desbarajuste
de la economía capitalista de mercado, se ven incrementadas, además, por las
consecuencias de los desaciertos en la planificación estatal de los diferentes
sectores, por ejemplo el de la energía.
*
En lo que a las relaciones
dentro de la sociedad se refiere, la solución ofrecida por el intervencionismo
de Estado es sólo engañosa, puesto que se limita a disfrazar las desigualdades
de ingresos y de bienes mediante su redistribución, sin suprimirlas realmente.
En la medida en que exista siquiera una conciencia acerca de la problemática
creada con la sumisión del mercado al poder del capital, dicha conciencia se
equivoca al suponer que el Estado será capaz de dominar al poder privado. Los
dos bloques de poder se colignan en lugar de neutralizarse recíprocamente.
Esta engañosa „solución“
para la problemática social perjudica cada vez en mayor grado al medio
ambiente. Puesto que el estado desigual de la propiedad sigue vedado al cambio,
la atenuación de las tensiones sociales requiere la transformación constante de
materias primas y de energía a fin de logar un incremento repartible de la
producción. Esto conlleva al creciente agotamiento de los recursos naturales y
el trastorno del equilibrio ecológico.
Independientemente de la
promoción estatal del crecimiento económico fundado en conceptos
poskeynesianos, la economía capitalista de mercado ‑ según lo enfatiza la
teoría neoclásica del crecimiento económico ‑ también tiende,
ciertamente, a una expansión inmanente. Dicha tendencia no deriva, sin embargo,
de la magnitud ilimitada de las necesidades humanas, ni se debe a que el
progreso técnico caiga constantemente como maná del cielo. La moneda parcial, o
sea, el capital monetario en cuanto instrumento disfuncional de dirección y de
distribución, lleva implícita, más bien una tendencia al crecimiento
exponencial espontáneo mediante el interés y el interés compuesto. Asimismo,
debido a que el capital monetario se enlaza de múltiples maneras con la economía
mercantil y no puede crecer por separado de la misma, ejerce sobre el capital
real una verdadera coacción circunstancial para crecer a la par de los
intereses y los intereses compuestos.
Esta tendencia hacia el crecimiento exponencial propia del mercado capitalista sólo se interrumpe cuando disminuyen las oportunidades para la inversión lucrativa del capital monetario. Llegada tal situación ‑ benéfica para el medio ambiente‑, el intento de intervenir la tendencia decreciente por medio de la intervención estatal en la promoción del crecimiento, significa persistir en el error central del mercado, o sea, el dinero disfuncional, y equivale a „luchar“ contra sus inevitables consecuencias, tales como la inestabilidad y la tendencia al crecimiento, por medio de la multiplicación de las mismas consecuencias; es decir que se pretende „corregir” un error existente cometiendo otro.
Dado que el crecimiento
exponencial de la economía entra en conflicto con sus limitaciones ecológicas,
no hay justificación posible para continuar esta estrategia político‑económica
errada desde su misma concepción.
El impulso del dinero
disponible para la inversión hacia la producción de artículos de armamento,
cuya rentabilidad es garantizada por el Estado, promueve la carrera armamentista.
En el año en curso se invertirá en la producción de armamento la suma
inimaginable de un billón de dólares. La paz mundial está en peligro, y amenaza
la destrucción atómica de toda forma de vida.
*
El desencanto producido
por los fracasos económicos del intervencionismo de Estado ha provocado un
renacimiento del mercado. El profesor Milton Friedman le ha dado un
fundamento teórico con su nueva articulación de la teoría cuantitativa de la
moneda, misma que ha sido ampliada,
además, con la consideración de que, para mejorar las condiciones de
rentabilidad de las inversiones, hay que mejorar las condiciones de la oferta
para las empresas por medio de exenciones tributarias, la reducción de las
trabas burocráticas, etcétera.
Para rehabilitar las fuerzas
espontáneas de regulación y curación del mercado, ya no se recurre
filosóficamente a la „mano invisible”, sino a la convicción de que el Estado
debe fijar una reglamentación orgánica a manera de orientación general, así
como velar por su acatamiento en calidad de árbitro imparcial y sin intervenir
directamente en el proceso económico. Esta renovada reflexión sobre las
aptitudes del mercado y el reconocimiento de la necesidad de sujetarlas a un
ordenamiento orgánico básico establecido por el Estado, sin duda no son
erradas. Pero en su forma vigente representan sólo una reversión algo
modificada a un capitalismo de „laissez faire”. La reglamentación estatal según
Friedman muestra todavía grandes inperfecciones, puesto que no se ocupa
en absoluto de la deformación del mercado libre como mercado sometido al poder
del capitalismo privado por la moneda disfuncional.
De esta manera ha
subsistido hasta la actualidad el problema de la merma en la demanda
particular, o sea, de la alternación imprevisible entre la disponibilidad y la
indisposición de partes considerables de la cantidad de dinero, problema
discernido pero no resuelto por Keynes, y ni siquiera tocado por Friedman.
La llamada velocidad de circulación monetaria durante períodos cortos y
medianos no se mantiene tan constante como en un principio dieran por probado Friedman
y los monetaristas. Sus fluctuaciones, que se sustraen a todo cálculo de
probabilidades, desbastaran los intentos de lograr una firme dirección de la
cantidad de dinero y conducen, ahora tanto como antes, a trastornos en el
equilibrio económico global en forma de paros forzosos y oscilaciones en el
valor monetario.
Es posible que por el
momento sea aún algo prematuro tratar de formar un juicio concluyente acerca
del giro tomado más recientemente por las tendencias de la política económica.
No obstante, ya se entrevé que los monetaristas y los teóricos de la demanda
probablemente no logren estabilizar la economía ni crear las condiciones para
una coyuntura permanentemente libre de crisis. Basamos esta suposición en el
hecho de que ellos tampoco han reparado en el vicio de construcción fundamental
de la economía de mercado ‑la moneda parcial y disfuncional‑, en
los trastornos causados por aquél respecto a la asignación y la distribución, ni
en la presión consecuente del sistema hacia el crecimiento exponencial. Dicho
crecimiento cuantitativo y exponencial es precisamente lo que también ellos
consideran esencial para la estabilización de la economía, aun cuando en
realidad se trate ya de una consecuencia del desbarajuste interior en la
economía capitalista de mercado.
La teoría monetarista está
concebida totalmente con miras hacia un incremento permanente de la cantidad de
dinero y del potencial de producción. La posibilidad de una economía sin
crecimiento no cabe dentro de su alcance teórico. No está en situación de
especificar las condiciones de
estabilidad para tal contingencia. Los objetivos planteados anualmente en
cuanto a la ampliación de la „capa de dinero”, a la que debe „ajustarse” el
crecimiento del potencial de producción, representan la expresión teórica más
evidente de la presión ejercida por el
capital monetario sobre el capital real a fin de promover el crecimiento de
éste.
Asimismo, la política de
la demanda no es en el fondo otra cosa que el intento, también motivado por
aspiraciones de crecimiento, de mejorar las condiciones económicas globales en
beneficio del crecimiento proporcionado del capital real; así como para lograr,
recurriendo entre otros medios a una llamada „política salarial razonable”, que
la oferta de dinero adquiere renovadas perspectivas de un „servicio adecuado”
por el trabajo y que, de acuerdo con esta espectativa, resurja espontáneamente
en cuanto demanda eficaz. Se trata exactamente de lo contrario, por lo tanto,
de la reglamentación orgánica estatal necesaria para la regulación automática
del mercado, misma que garantizaría la disponibilidad del dinero para los
trabajadores como medio de trueque eficaz y neutral. Exagerando un poco es
posible decir, pues, que la política de la demanda es una política capitalista
de intereses encubierta con la clasificación „economía de mercado”.
La aportación de
Gesell al desarrollo futuro de una
teoría económica base
Esta breve mirada
retrospectiva a la historia dogmática y económica probablemente no haya
planteado informaciones nuevas en esencia, puesto que los hechos como tales son
conocidos. Es posible que resulte inusitada, sin embargo, la interpretación que
desde el punto de vista de Silvio Gesell hemos hecho de los nexos
casuales, así como la propuesta original de Gesell para superar las
contradicciones sociales y políticas y para crear un orden económico estable.
La cuestión ecológica no tenía aún importancia en esos tiempos, pero es posible
ampliar las deliberaciones de Gesell para abarcar la misma.
De la anterior ojeada
retrospectiva sobre las tres grandes eras de la economía moderna ya se
desprende que Gesell consideraba como la causa más profunda de las
contradicciones sociales y políticas así como de la inestabilidad económica al
poderío de la moneda, que restringía la competencia económica de mercado. No
atribuía la degeneración de la economía de mercado en el capitalismo de
„laisser faire“ al propio mercado (en términos ecológicos el principio, constituido
por toda la naturaleza, de la autoregulación descentralizada de un sistema
entrelazado de circuitos reguladores), al contrario de como antes de él lo
había hecho Marx. Era completamente ajena a él la idea de suprimir otra
vez el mercado para reemplazarlo con una planificación estatal central. Gesell
pretendía crear, más bien, una reglamentación orgánica estatal más consecuente
que la propuesta por Friedman y que superaba el poder de la moneda sobre
el mercado asegurando en todo momento su disponibilidad como demanda
particular. Dicha reglamentación orgánica, de acuerdo con esta línea de
pensamiento, debía garantizar que la moneda estuviera al servicio de la
economía en calidad de medio de trueque realmente neutral, y que como tal no
ejerciera ya un influjo autónomo sobre la asignación de los recursos, la
distribución de los ingresos y de los bienes ni sobre la dinámica del
desarrollo económico.
Al eliminar el defecto
monetario de la economía de mercado, Gesell quería crear las condiciones
necesarias para el desarrollo pleno de las hasta entonces restringidas fuerzas
espontáneas de regulación y curación del mercado. A manera de contraste con la
doctrina del „laissez faire” indudablemente se requiere, por lo tanto, la
acción estatal, pero no en el sentido de compensar las mermas en la demanda
privada por medio de una demanda estatal sustitutiva, ni mucho menos en el
sentido del encausamiento estatal directo de las inversiones. El estado debe
crear, más bien, una reglamentación orgánica en torno al orden monetario como
su punto central, un orden monetario que por un lado respete la libertad de
decisión empresarial, pero que garantice indirectamente que no se prescindirá
de la inversión real del capital monetario disponible debido a razones de
rentabilidad.
Como es sabido, en el sexto apartado del capítulo XXIII de su Teoría general Keynes se ocupa de Gesell calificando su base conceptual como un „socialismo antimarxista“, lo cual señala su trascendencia potencial como una alternativa del capitalismo y del comunismo que zanje las contradicciones entre Occidente y el bloque socialista. De igual manera sería posible clasificar la concepción de Gesell como „liberalismo anticapitalista“; y una economía estructurada en forma correspondiente, como una „economía poscapitalista de mercado“. Dicha caracterización alude principalmente a su papel como alternativa de las doctrinas predominantes en Occidente, el poskeynesianismo y el monetarismo. De hecho es posible que en el sentido de las deliberaciones aquí expuestas surjan posibilidades para vencer el cisma entre la teoría neoclásica, de fundamentos microeconómicos, y el poskeynesianismo, de fundamentos macroeconómicos.
El análisis hecho por Gesell
sobre el poderío de la moneda sin duda presenta todavía algunos puntos débiles,
lo cual posiblemente pueda atribuirse a la época de su creación. Bajo la
impresión del patrón oro entonces vigente fundamentó su argumentación en la
superioridad material de la moneda apoyada por el oro, por encima de los bienes
perecederos por naturaleza. De esta manera su análisis quedó incompleto y no
pudo desarrollar una mayor fuerza de convicción. Apenas en tiempos muy
recientes el profesor Dieter Suhr
lo ha ampliado para abarcar deliberaciones relacionadas con la teoría de la
liquidez, colocándolo así sobre un fundamento más sólido.
A causa de algunos „notorios
defectos en su argumentación“ ‑según escribiera Keynes sobre Gesell
y sus pensamientos- „me resultó totalmente imposible descubrir sus méritos“.
Sólo después de haber elaborado su propio concepto acerca de la intervención
del Estado, Keynes reconoció la trascendencia de los „afanes
extremadamente originales“ de Gesell, aunque dicho juicio no lo
incitara a corregir su propio derrotero económico‑político. El hecho no
pasó, pues, de la admisión de Keynes de que la obra de Gesell,
pese a sus defectos analíticos, estaba „lo bastante desarrollada para llevar
a una conclusión práctica que posiblemente contenga el núcleo de lo que es
necesario“.
Dicha „conclusión
práctica“ consiste en la consideración de sustraer a la moneda su poderío
basado en las ventajas de liquidez, gravándola con los llamados „derechos de
retención” en caso de verse anulada la oferta de capital. La ventaja de
liquidez que hasta la fecha conserva la moneda frente al trabajo humano y
respecto a los bienes de todo tipo, se vería de este modo neutralizada por una
desventaja de liquidez. En esta forma la moneda, sobre todo en su calidad de
capital monetario, es motivada a participar en el mercado como demanda eficaz
(de bienes de inversión), aunque una tendencia descendente o, en un caso
extremo, acercándose a cero, del rendimiento marginal del capital real no le
proporcione ya un „servicio adecuado“.
En el pasado el capital
monetario se retiraba de la inversión real en cuanto su servicio ascendía
aproximadamente a menos del 3%. Tras la introducción de los derechos de
retención sobre la moneda sería posible mantener cerrado el ciclo económico
también en dicho caso, lo cual significaría un paulatino descenso hacia cero
del rendimiento marginal del capital real y de los intereses comerciales, así
como la conversión de la economía capitalista de mercado a una economía
poscapitalista de mercado. Tal desarrollo provocaría diversas repercusiones
deseables.
Las fuerzas espontáneas de
regulación y curación del mercado, que hasta la actualidad han quedado anuladas
en el tope inferior de intereses, de 3% aproximadamente, por la retirada del
capital del mercado monetario, podrán imponerse también debajo de dicho tope.
No se suprimirán los intereses, sino que observarán cierto margen de oscilación
alrededor de cero como el centro de equilibrio, y como indicadores de escasez
se encargarán del encauzamiento óptimo de las corrientes de capital monetario
hacia una inversión adecuada a la demanda. La conservación de esta función
directiva por parte de los intereses no requiere aproximadamente un tipo mínimo
de 3%, sino tan sólo el dinamismo en el movimiento de los intereses.
En estas circunstancias la
moneda se vuelve un medio de trueque efectivamente neutral en cuanto a su
asignación, el cual concilia un intercambio justo de servicios y
contraprestaciones en los distintos mercados. Puesto que las desviaciones
positivas y negativas del interés desde cero se anulan mutuamente, la moneda
asume un carácter neutral también en cuanto a su distribución; es decir, las
desigualdades existentes de ingresos y de bienes no pueden seguir aumentando.
Con ello se establece una condición elemental para el dominio y la reducción de
las contradicciones sociales. Tal abaratamiento de los créditos resultaría,
asimismo, en una oportunidad para que muchos de los hasta la fecha empleados
dependientes o parados pudieran fundar empresas independientes, de manera que
la introducción de los derechos de retención sobre la moneda también
favorecería la descentralización empresarial. No conduce forzosamente, por
cierto, a la disolución de todas las estructuras de poder de la economía
privada; para ello se requiere medidas laterales adicionales, que todavía falta
concebir.
Esta economía
poscapitalista de mercado, descrita sólo someramente en el presente texto,
promete ser un orden estable también respecto a la situación del empleo y al
poder adquisitivo de la moneda. Con un tipo de interés equilibrado del 0% y
bajo la presión de los derechos de retención sobre la moneda, la totalidad de
los ahorros afluye nuevamente a la inversión, de modo que no puede haber más
estancamiento del mercado ni paros forzosos. Así se cumplen las condiciones
para el teorema de Say: la oferta y la demanda mantienen, tanto en los
mercados individuales como en el conjunto de ellos, un permanente equilibrio
con una ocupación total. Este equilibrio es estable no sólo desde los puntos de
vista macroeconómicos, sino también en lo referente a los factores
microeconómicos.
Una vez que la velocidad
de circulación de la moneda no esté ya sujeta, como en la actualidad, a
fluctuaciones imprevisibles, sino que se estabilice bajo la influencia de los
derechos de retención sobre la moneda, los bancos centrales dispondrán de
mayores posibilidades para acoplar la cantidad de dinero circulante al
potencial de producción, evitando así cambios inflacionistas y deflacionistas
en el poder adquisitivo de la moneda.
En la medida en que se
lleve a cabo la transición a tal economía poscapitalista de mercado se
efectuará, además, una transición del crecimiento cuantitativo exponencial a un
crecimiento cualitativo, produciéndose así una atenuación del conflicto entre
la economía y la ecología.
El tipo de interés
descendente, estabilizado cerca de cero, hace posible asimismo, a saber, que se
domine y reduzca el impulso destructor hacia el crecimiento exponencial sin
trabas del capital monetario y consecuentemente también del capital real. El
dinero adquiere en última instancia, pues, neutralidad en cuanto al crecimiento
Los derechos de retención
sobre la moneda hacen posible la estabilización de la economía con un
rendimiento marginal descendente del capital real, incluso sin impulsos al
crecimiento por medios poskeynesianos o relacionados con la política de la
oferta. Refuerzan, más bien, la tendencia a la limitación espontánea del
crecimiento cuantitativo que se ha manifestado en las crisis económicas producidas
hasta la actualidad. Al impedir la retirada del capital monetario de la
demanda, logran simultáneamente que los ahorros, tras satisfacción de algunos y
finalmente de varios mercados de bienes de inversión, afluyan a los sectores
social y cultural y provoquen un crecimiento cualitativo ahí donde hasta la
fecha han faltado por razones de rentabilidad.
No obstante, también a
este respecto es indispensable tomar medidas adicionales, como por ejemplo
disposiciones dirigidas a proteger el medio ambiente que a la vez guarden
conformidad con el mercado.
En una economía
poscapitalista de mercado con moneda neutral en cuanto al crecimiento, el
impulso al crecimiento o a la contracción puede derivar sólo de los deseos del
hombre y ya no de los intereses del capital monetario. Y debido a la condición
de que la oferta de dinero puesta en circulación lo haga en su totalidad como
demanda efectiva, la economía puede ser estabilizada por medio de adaptaciones
correspondientes en la oferta de dinero independientemente de su medida de
crecimiento.
Por último, el descenso
del tipo de interés y del rendimiento marginal del capital real requiere
también decisiones políticas complementarias que impidan la evasión del
capital monetario del sector de la producción civil hacia la producción de
artículos de armamento.
*
Todas las repercusiones
positivas de los derechos de retención sobre la moneda que aquí tocamos sólo
someramente, no son realizables, sin embargo, en la forma originalmente
sugerida por Gesell (fijar en los billetes de banco timbres o sellos de
pago obligado). Estos métodos no son practicables. En este sentido era
justificado que Keynes agregara a su aprobación de los derechos de
retención la siguiente reserva: „La idea que deriva en el dinero sellado es
sana, ... si bien no se puede realizar de la manera propuesta“. Entre
tanto, los discípulos de Gesell han desarrollado mejores métodos para
llevar esta „idea sana“ a la realidad. Hace algún tiempo ellos prefieren el
llamado „dinero en serie”, lo cual no excluye, sin embargo, que en la
práctica pueda descubrirse una forma todavía mejor para recaudar los derechos
de retención sobre la moneda.
No pasaremos por alto,
finalmente, el temor de Gesell a que como consecuencia de tal
modificación de la moneda se produjera el fenómeno característico de los
períodos de inflación de una fuga hacia los valores materiales, sobre todo los
bienes raíces. A fin de impedir toda especulación con la tierra, sugirió que la
comunidad volviera paulatinamente a comprarla a los particulares y que la
cediera en enfiteusis contra la mejor oferta a quienes estuvieran dispuestos a
cultivarla. También a este respecto cabe buscar alternativas para la
realización de una idea en sí „sana”. Además, se requiere una solución no sólo
para el problema de la especulación con la superficie, sino también al problema
de la explotación abusiva de las riquezas del subsuelo.
*
Está fuera de toda duda
que el orden de las ideas de Silvio Gesell, brevemente resumido aquí,
deja pendientes numerosas cuestiones a las que todavía no han respondido Gesell
ni sus discípulos. No es esto razón, sin embargo, para prescindir de un
análisis más detenido de sus ideas y volver a los pisados caminos del
pensamiento neoclásico o poskeynesiano, sino un reto a la investigación especializada.
A ésta corresponde aclarar si las preguntas pendientes pueden ser contestadas
con base en los planteamientos de Gesell.
Las declaraciones
aprobatorias sobre la teoría de Gesell por parte de economistas de
relieve que presentamos a continuación, confirman la presunción de que en sus
conceptos posiblemente se halle el germen de una nueva teoría económica base.
Dicha suposición justifica la entrega de las autoridades científicas para
primeramente verter las reflexiones de Gesell a la terminología
especializada moderna, enlazarlas con el estado actual del desarrollo teórico,
y elaborar con ellas, finalmente, una plataforma sobre la que pueda procederse
también a solucionar los muchos detalles problemáticos que no tocamos aquí.
Apéndice
„Gesell ha creado
conceptos originales en el campo de las ciencias de la economía y sociales pese
a ser autodidacta (¿o debido a ello?). Precisamente por no tratarse de un
teórico que haya cursado una escuela económica formal, hay que valorar más en
alto sus logros. Los escritos de Gesell contienen muchos aspectos
científicamente valiosos y fértiles, que no volverán a desaparecer del cuerpo
de la teoría monetaria.”
Dr. Oskar
Stillich, economista en la Universidad Humboldt de Berlín, en Das
Freigeld ‑ eine Kritik, Berlín, 1923, pp. 6‑8.
„La libremoneda pudiera
ser el mejor regulador de la velocidad de circulación del dinero, la cual es el
factor más desconcertante para la estabilización del nivel de precios. Al
aplicarse correctamente de hecho podría ayudarnos a salir de la crisis en un
plazo de pocas semanas... Soy un humilde discípulo del comerciante Gesell.“
Prof.
Dr. Irving Fisher, economista en la Universidad de Yale, New Haven,
E.U.A., en Stamp
Scrip, Nueva York, 1933, p. 67, y en Mail and Empire, Toronto, del
21.11.1932.
„La obra más importante
de Gesell está escrita con un lenguaje científico y frío, aunque en su
totalidad se vea inundada con una entrega más fervorosa y encendida a la justicia
social de lo que algunos juzgan conveniente para un erudito. ... Opino que el
futuro sacará mayor provecho del espíritu de Gesell que del marxista.“
Prof.
Dr. John Maynard Keynes, economista en la Universidad de Cambridge,
Inglaterra, en „General Theory on Employment, Interest and Money“,
Berlín, 1936, p. 300.
„La postura de Gesell
es a la vez anticlásica y antimarxista. ... La unicidad de la investigación
teórica de Gesell se debe a su actitud ante la reforma social. Sólo al tomar en
consideración su perspectiva general como reformador se llega a comprender su
teoría. ... En lo referente a algunos puntos importantes el desarrollo de su
análisis muestra aún ser incompleto, pero en términos generales su
planteamiento no admite mejoría.“
Prof.
Dr. Dudley Dillard, economista en la Universidad de Maryland, E.U.A, en
„Gesell’s Monetary Theory of Social Reform“, American Economic Review
(AER), vol. 32 (1942), p. 348.
„Ante todo deseamos
hacer constar aquí nuestra más alta estima para los pioneros como Proudhon,
Walras y Silvio Gesell, quienes lograron la magna conciliación del
individualismo y del colectivismo sobre la que estriba el orden económico al
que nosotros aspiramos.“
Prof.
Dr. Maurice Allais, economista en la Universidad de París, Francia, en Économie
et Intérét, París, 1947, p. 613.
„La ciencia de la
economía debe a Silvio Gesell adelantos profundos respecto a la naturaleza de
la moneda y del interés, pero Gesell siempre ha sido considerado como un
excéntrico por parte del gremio económico. No era profesor, hecho que ya
resulta sospechoso. ... Decisivo es que las ideas fundamentales de Silvio
Gesell, las ideas de un orden económico‑político, sean acertadas y
ejemplares. De importancia también ejemplar es que para él la creación de un
orden monetario capaz de funcionar haya sido el ‘nervus rerum’ de un ordén
económico y social practicable.”
Prof.
Dr. Joachim Starbatty, economista en la Universidad de Tubinga, en „Eine
kritische Würdigung der Geldordnung in Silvio Gesells utopischem Barataria
(Billigland)”, Fragen der Freiheit, Año 21 (1977), número 129, pp. 6 y 30s.
„Silvio Gesell sabía
escribir enforma clara e inteligible, don del que en su mayoría carecen los
meros teóricos y reformadores e incluso muchos prácticos en la actualidad. El
orden económico natural merece ser leído aún hoy día. ... ‑ Gesell
desarrolló concepciones geniales y fue olvidado, en tanto que sus coetáneos
menos geniales... deslumbraron a varias generaciones antes de que también en
estos casos se impusiera la impresión de una falsificación de las ideas.”
Prof.
Dr. Oswald Hahn, economista en la Universidad de Erlangen-Nuremberg, en
„In memoriam Silvio Gesell“, Zeitschrift für das gesamte Kreditwesen,
Año 33 (1980), número 6, p. 5.
„Gesell es un
‘outsider’ juicioso... quien se.. ha ocupado en forma muy original con la
moneda y el interés, con el derecho al producto total del trabajo y con
sugerencias para la corrección. ... Sus concepciones respecto a esta
problemática y acerca de los recursos funcionalmente aptos para las situaciones
de crisis de aquel entonces, merecen una consideración también con miras a la
mejoría fundamental del acontecer monetario en general.“
Prof. Dr.
Dieter Suhr (+), jurista en la Universidad de Augsburgo, en Geld
ohne Mehrwert ‑ Entlastung der Marktwirtschaft von monetären
Transaktionskosten, Frankfurt, 1983, pp. 17 y 51.
„Gesell es el fundador
de la ‘teoría de una economía libre’, un economista ‘outsider’ quien no
obstante fue reconocido en cierta forma como antecesor por Keynes. Por lo tanto
aún hoy en día se le interpreta sobre todo como keynesiano, es más, como una
suerte de ‘hiperkeynesiano’: como el representante de una escuela que en
beneficio de la evasión de las crisis propaga un interés (nominal) lo más bajo
posible. Pero Gesell también comprendió que el problema de la crisis no puede
ser solucionado tan sólo mediante la reducción de los tipos de interés. ...
Gesell señala, por lo tanto, la necesidad de introducir, como medida
correlativa a la introducción de la ‘libremoneda’.... la ‘libretierra’... La
obra más importante de Gesell en consecuencia se titul „Un orden económico
natural mediante libretierra (!) y libremoneda“. Así hace constar que nunca debe
perderse de vista el aspecto real de la economía ‑o sea, la demanda de
tierra o de los recursos‑, aunque la importancia primaria sea atribuida a
los factores monetarios. Esto fue comprendido con mayor claridad por Gesell que
por Keynes.“
Prof.
Dr. Hans C. Binswanger, economista en la Escuela Superior para Ciencias
Económicas y Sociales (Academia), St. Gallen, Suiza, en Arbeit ohne
Umweltzerstörung - Strategien einer neuen Wirtschaftspolitik, Frankfurt,
1983, pp. 246‑248.
Literatura para
profundizar
Silvio Gesell, Die Natürliche
Wirtschaftsordnung durch Freiland und Freigeld, 1. Auflage Bern 1916 – 9.
Auflage Zitzmann Verlag Lauf bei Nürnberg 1949.
T. Christen, Das Geldwesen
‑ Ein dynamisches System, 2. Auflage Genossenschaft Verlag
Freiwirtschaftlicher Schriften Bern 1932.
Karl Walker, Das Buchgeld ‑
Ein Beitrag zur theoretischen Klärung, Vita-Verlag Heidelberg 1951.
Karl Walker, Die Technik
der Umlaufsicherung des Geldes, Vita-Verlag Heidelberg 1952.
Ernst Winkler, Theorie der
Natürlichen Wirtschaftsordnung, Vita-Verlag Heidelberg 1952.
Karl Walker, Neue
Europäische Währungsordnung, Zitzmann Verlag, Lauf bei Nürnberg 1962.
Jobst von Heynitz, Votum
für eine nutzer‑ und eigentumsfreundliche Reform des Bodenrechts, in:
Zeitschrift für Rechtspolitik ZRP Nr. 9/1977.
Dieter Suhr, Geld
ohne Mehrwert ‑ Entlastung der Marktwirtschaft von monetären Transaktionskosten,
Fritz Knapp Verlag Frankfurt 1983.
Dieter Suhr, Auf Arbeitslosigkeit
programmierte Wirtschaft ‑ Diagnose und rechtstechnische Behandlung des
Mehrwertsyndroms, in: Zeitschrift für Rechtspolitik (ZRP) Nr. 9/1983.
S. Wolf, Silvio Gesell ‑
Eine Einführung in Leben und Werk eines bedeutenden Sozialreformers, Fachverlag
für Sozialökonomie Hann. Münden 1983.
Hans Hoffmann, 75 Jahre
Schweizerische Nationalbank in Konzeptions ‑ und Zielkonflikten (75 años
del Banco Nacional Suizo Banco Central, en conflictos con su concepción y sus
metas)
Zeitschrift für Sozialökonomie
(Periodico sobre Economia
Soeial)
(Cuestiones sobre la
Libertad)
*
T. Christen, Gesells
Monetary and Social Reform ‑ Free Economy (Translation by Philip Pye),
Neo‑Verlag Berlin 1930.
J. Büchi, Free Money ‑
A Way out of the Money Maze, Search publishing Company London 1933.
Silvio Gesell, The
Fundations of Peace (Translation by Philip Pye, with a preface by Hugo Fack),
San Antonio Texas 1937.
Dudley Dillard, Gesell`s
Monetary Theory of Social Reform, in: American Economie Review (AER) Vol. 32
(1942), Nr. 2, S. 348.
Wise, Great Money
Reformers ‑ Silvio Gesell, Arthur Kitson, Frederic Soddy, London 1949.
Silvio Gesell, The Natural Economic Order
(Translation by Philip Pye), Peter Owen Ltd. London 1958.
*
T. Christen, Economic
franche ‑ Ni Capitalisme, ni Etatisme, Edition de la Ligue pour le Sol
franc et la Monnaie franche Berne et Paris 1923.
J. Barral, La Revolution
économique, Nouvelles Editions Latines Paris 1935.
F. Swinne, L’Estampillage
des Billets de Banque, Bruxelles 1944.
Silvio Gesell, L’order
économique naturel (Trad. de Félix Swinne), Berne ‑ Paris ‑Bruxelles
1948.
*
Silvio Gesell, El Sistema
Monetario Argentino ‑ Sus Venatajas y su Perfeccionamiento, Buenos Aires
1893.
Silvio Gesell, La Cuestión
Monetaria Argentina, Buenos Aires, 1898.
Silvio Gesell, El Orden Económico Natural por Libretierra
y Libremoneda (Editado por Ernesto F. Gesell), Buenos Aires 1936 (Tomo 1 y 2) y 1945 (Tomo 3).
Información adicional
sobre literatura de economía libre se obtiene en:
Freiwirtschaftliche
Bibliothek
(Biblioteca de Economía
Libre)
Steenkamp 7
D-26316 Varel
e-mail: redaktion-onken@web.de